Mila Ximénez puso todo su empeño en curarse, pero no ha sido posible. Tras someterse a diferentes tratamientos y ella misma explicar cómo se sentía, hace una semana su entorno empezó a despedirse de ella. Jorge Javier Vázquez esta misma tarde explicaba frente a la audiencia cómo fue la despedida de ambos, un encuentro que a él le reconfortó y que le está ayudando a superar su pérdida. Horas después de su muerte, se trasladaba su cuerpo al tanatorio de la M-30, donde se ha instalado la capilla ardiente y es que son muchos los que lamentan su fallecimiento. Numerosos rostros conocidos se han acercado hasta allí para darle su último adiós, entre ellos, Eugenia Martínez de Irujo, Paz Padilla, Sonsoles Ónega o María Teresa Campos.

Todos ellos han insistido en el buen recuerdo que guardan de su amiga y compañera de trabajo, pues Mila era tremendamente querida en el medio. Estas visitas y gestos reconfortan también a la familia de la periodista, que a primera hora de la tarde llegaba para velar a la sevillana. Lo hacían destrozados y completamente abatidos después de unos días muy difíciles, aunque habían tenido tiempo para despedirse y susurrarse lo importante que habían sido para ella. Cabe recordar que hace tan solo unas semanas la propia Mila explicó la verdadera lección que le había dado el cáncer de pulmón que padecía y esta no era otra que darse cuenta de lo bien rodeada que estaba. El camino no estaba siendo fácil, pero tener al lado a su familia estaba siendo un auténtico regalo para tratar de vencer en esta dura lucha. 

De Eugenia Martínez de Irujo a María Teresa Campos: numerosos famosos se acercan a la capilla ardiente de Mila Ximénez
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Su entorno ahora está centrado en respetar todos y cada uno de los deseos que Mila Ximénez les repitió sin cesar antes de morir. Mila tenía claro que quería que la incineraran y que una vez que eso sucediera, quería que fuera su hija, Alba Santana, quien se llevara las cenizas hasta Ámsterdam. Ella era su tesoro, su ojito derecho, aquella niña que era capaz de hacerla llorar solo escuchando su nombre. Ahora ella volverá con su marido y con sus hijos a Holanda, donde echará de menos a su progenitora y la llorará desde la distancia. Aunque en ciertas ocasiones madre e hija han estado distanciadas por miles de kilómetros, estos solo eran una cifra para ella y se sentían muy cerca. Alba, por su parte, siempre estaba pendiente de todos y cada uno de los avances de su enfermedad, por lo que era uno de sus apoyos más férreos. Su familia hace piña en este momento para intentar hacer más llevadera su ausencia. Así se ha podido ver este miércoles en el tanatorio, a donde han llegado los hermanos cogidos del brazo y apoyados los unos en los otros.