Te recibe con un fuerte abrazo y en cuestión de minutos te hace sentir como en casa. Félix Álvarez, conocido como Felisuco, presentador, actor, humorista y hasta exdiputado por Cantabria, nos ha abierto las puertas de su casa de Santander y nos ha puesto el corazón en la mesa (además de una bandeja de croissants).
El artista actualmente protagoniza en Madrid la obra La cena de los idiotas, en el teatro Muñoz Seca, pero quería que le visitáramos aquí, en su tierra, a la que ama. Aunque para amor, el de su esposa, con la que lleva 24 años y con la que tiene dos hijas maravillosas.
Gracias por recibirnos aquí, en tu casa.
Para mí es un placer que la gente venga a Santander. Soy muy buen anfitrión y embajador de mi tierra. Cuando más gente venga, más contento estaré.
Una tierra de la que estás profundamente enamorado.
Totalmente. Soy cántabro, pero fundamentalmente soy santanderino. Nací en el barrio pesquero de Santander, en la casa de mi abuela. En su habitación. Tengo mucho arraigo marinero.
La casa está decorada de manera exquisita.
Eso es cosa de mi mujer. Ella tiene una peluquería, pero le hubiera encantado haber sido decoradora de
interiores. Todas las casas en las que hemos vivido las ha decorado ella.
¿Cuántos años lleváis?
Con mi mujer llevo desde el año 2000. Nos casamos en 2003 y vamos a cumplir 24 añitos juntos. E laño que viene haremos las bodas de plata.
¿Ella es el amor de tu vida?
Sí y no conozco mujer más trabajadora que ella. Mi mujer es súper guapa y tiene mucho estilo. Admiro mucho su capacidad de trabajo, se marca sus horarios… Creo que la he visto coger una baja de dos días a lo largo de todos estos años. Ha ido a trabajar con la espalda destrozada, con fiebre… Ahora lo está pasando mal por unos problemas gástricos. Querer a alguien está bien, pero admirar a alguien que quieres es lo más importante.
Tienes dos hijas ya mayores. ¿Sientes el síndrome del nido vacío?
Ya lo tengo interiorizado… Es más, nos vinimos aquí, porque ya empezamos a darnos cuenta de que nos íbamos a quedar solitos mi mujer y yo. ¿Para qué queríamos algo más grande? Preferíamos algo en el centro de la ciudad y que fuera más confortable, más vivible.
Has trabajado en grandes programas como El Informal y A tu lado. ¿Sigues sintiendo el cariño de la gente después de tantos años?
Mi trayectoria se define por la honestidad. Que después de tantos años la gente siga recordando esos programas es un mérito.
¿Por qué decidiste meterte en política?
Yo primero me afilié al partido de Ciudadanos, pero de manera anónima, por echar una mano, porque yo veía cosas que no me gustaban, la deriva que atravesaba el país... Bueno, al menos esa era mi percepción. Entonces dije: ‘voy a pasar de ser un ciudadano cabreado en el sofá a dar un paso’. Tengo que admitir que yo ya echaba una mano a esta gente que era nueva, que era un aire fresco y una forma distinta de entender la política, aunque luego acabaran las cosas como acabaran.
“Fui diputado por Ciudadanos como portavoz de Cultura y saqué el estatuto del artista. Es mi medallita”
Y al fin diste el paso.
Pero no lo publiqué y, con el paso del tiempo, Ciudadanos se enteró y fue cuando me ofrecieron, totalmente
por sorpresa, esa oportunidad de ser candidato.
¿Cómo lo viviste?
Yo estaba haciendo la obra de teatro Taxi con Josema Yuste y Pedro Reyes, que pobre, se nos murió al poco de empezar esa obra. Fue entonces cuando me ofrecieron ser candidato de Cantabria de Ciudadanos en el Congreso de los Diputados para las elecciones del 26 de junio de 2016. Fue una sorpresa. Cuando me llamaron, pensé que iba a hacer algo en Cantabria, no ser diputado nacional. Nunca lo había imaginado, ni soñado, ni pensado. Me sedujo mucho la idea, me lancé y salí.
Un recorrido que duró cuatro años y que terminó en una dimisión en la que alegaste desgaste personal.
La política quema mucho y deja secuelas. Es una responsabilidad. Yo en el Congreso de los Diputados he de reconocer que lo pasé muy bien, fue maravilloso. Era portavoz de Cultura, que era lo que más controlaba. Allí sacamos adelante el estatuto del artista y del creador. Yo redacté más de la mitad de ese estatuto. Y cuando se aprobó en el Pleno del Congreso, por unanimidad, no puedo describir lo que sentí… Es una satisfacción que siempre llevaré conmigo. Como una medallita puesta con orgullo.
¿Cuándo comenzaste a sentir ese desgaste?
Estando en política, pasé a Cantabria y cuanto más pequeño es el territorio, más sangrientas son las luchas. Aquí la cosa ya se empezó a complicar y adquirió otros tintes. La política tiene dos partes. Está la política legislativa, que es cuando preparas leyes, cuando haces los discursos en el Parlamento y la política orgánica, que es la política interna de los partidos. Yo la política interna la odiaba.
¿Por qué?
Hay lucha de egos, de envidias, de perspectivas no cumplidas entre compañeros de partido, lo llevaba muy mal... Era muy malo en la política orgánica.
¿Cómo fue el final?
El final fue muy duro a nivel personal, cómo se fue desgajando todo, destrozándose, haciéndose añicos las relaciones personales... (suspira y se hace un silencio). Y cuando dimití, fui el candidato más votado de España.
¿Cómo recuerdas el día de la dimisión?
Después de hacer la rueda de prensa llegué a casa y me derrumbé en ese sofá que tenemos en frente. En mi sillón de lectura. A lo mejor estuve media hora llorando, como desahogo. Después del llanto ya tenía interiorizado que esa etapa había acabado. Podría haber seguido en política, haber llamado a otros partidos y ahora sería diputado en otro lugar, pero no, yo llegué con un proyecto en el que creía, ese proyecto fracasó por miles de motivos y a otra cosa.
¿Te arrepientes?
No, no me arrepiento. Fue una experiencia maravillosa. Pero, insisto, fue muy duro. Yo no quería ser el típico político que acaba su carrera y echa la culpa al mundo. No quería ser un resentido.
¿Te salvó la música?
Indudablemente, la música me hace volar. Después del fracaso en política, después de ese sentimiento de soledad, de que todo se había arrasado, la música me ayudó a liberarme, me ayudó a recomponerme. Para mí fue una terapia. Donde mejor me lo paso es en un escenario como cantante.
“Cuando dejé la política me senté en este sillón de lectura y me quedé llorando media hora como desahogo”
Además, eres el compositor de tus letras.
¿Sabes cómo compongo? Silbando. Silbo las melodías y las grabo en el móvil, porque si no se me olvida.
¿Qué opinas de tu paisano Miguel Ángel Revilla?
Revilla es la representación más palmaria y exagerada de lo que es el populismo. Es decir, Revilla dice lo que sabe que la gente quiere oír. Y ese discurso lo va cambiando, dependiendo del auditorio que tenga. Da igual decir que le gustan los toros o que le gusta el fútbol, da igual. Yo valoro la capacidad que tiene para llevar 60 años viviendo del cuento. Yo le he visto hacer barbaridades y le he visto defender la independencia judicial y le he visto cómo él ha querido poner a un consejero suyo de justicia como Magistrado del Tribunal Superior de Justicia de Cantabria. Pero bueno, a la gente le cae bien porque es verdad que es muy gracioso. El tío es saladete.
¿Eso es ironía?
Yo personalmente no tengo nada en contra de él. Tuvimos nuestras movidas hace años, estábamos en juicios, pero luego, cuando nos reencontramos en el Parlamento de Cantabria, nos llevábamos relativamente bien.
¿El motivo del juicio?
Revilla me llevó a juicio por un artículo que publiqué de su vida pasada ¡Se puso como loco!
¿Y cómo terminó?
Al final el juez me absolvió y él tuvo que pagar las costas judiciales. 90.000 euros creo.
Hablando de actualidad, ¿qué te parece todo el asunto del Rey Juan Carlos y Bárbara Rey?
Hay dos cosas que me llaman mucho la atención. La primera es que creemos que cuando a alguien se le graba de manera privada, lo que dice siempre es verdad. Cuando en nuestra vida privada mentimos como cosacos. Y luego, es sorprendente que a la gente le sorprenda que el Rey sea un bocachanclas o que la gente relevante sea irrespetuosa, políticamente incorrecta, o no sea discreta. He conocido ministros que daba pena oírlos hablar en privado.
¿Y Bárbara Rey?
Afortunadamente para ella, ha prescrito, pero es una chantajista. Esas fotografías están hechas por algo y no por un recuerdo.
Volviendo a tu etapa televisiva. ¿Decir que querías dedicarte al cuidado de tu hija fue la excusa perfecta para abandonar A tu lado?
Estaba cansado también. Fueron ocho años seguidos. Cuatro en El Informal todos los días y luego cuatro en A tu lado, muy intensos. Mi hija nació en 2004 y en ese momento quería regresar a Santander. Quería hacer bolos, probar el teatro… Dije que quería irme para que mi hija creciera rodeada de su familia en Santander. Mentira. Fue una excusa, porque mi mujer no era muy de volver a Santander…
¿Fuiste tú el instigador?
Yo digo que a Madrid lo llevo en la sangre y a Santander lo llevo en los cromosomas, en el ADN.
“Ahora se hace otro tipo de tele. Mira lo que pasa entre Broncano y Motos, pero los dos me parecen muy buenos”
¿Con cuál te quedas: El Informal o A tu lado?
Me quedo con El Informal. Además, fue el primero. Con ese programa conseguimos algo que pocos programas conseguían, que era que el público, sobre todo la gente joven, hablara como nosotros. Todos los chascarrillos de El Informal la gente los repetía por la calle. El Informal terminó hace 22 años, pero sigue muy presente.
Y tampoco se ha repetido un tándem como el tuyo con Emma García.
Recuerdo que al principio me dijeron que el programa lo iba a presentar con una chica que se llamaba Emma y que querían que yo fuera su Antonio Hidalgo. Yo lo pasé muy bien, aunque también fue muy intenso.
¿Echas de menos la tele?
Echo de menos la adrenalina que generaba un programa diario y la repercusión de la televisión.
¿Qué piensas de la televisión actual?
Es otro tipo de tele. Mira todo lo que está pasando con David Broncano y Pablo Motos. Pablo Motos hace un programa de esa televisión que yo entendía, con un planteamiento de espectáculo tremendo. Y luego está Broncano, que es un lenguaje nuevo, más anárquico, más de TikTok, donde no hay conversaciones largas… Pero a mí me parecen los dos muy buenos programas de televisión.
Ahora te podemos ver en Madrid con Santiago Urrialde y Javier Losán en La cena de los idiotas.
Esta obra es un clásico, una comedia francesa de la que luego se hizo una película que tuvo éxito mundial. Es una función muy divertida, con una historia que engancha, que te envuelve y que te emociona. Estamos hasta el mes de diciembre y recomiendo a todo el mundo que venga a vernos. Van a pasar muy buen rato.