A tan solo 10 días del fallecimiento de la cantante María Jiménez, víctima de un tumor, su familia sigue recordándola con profunda emoción. Su hijo, Alejandro Jiménez, de 40 años, ha organizado una emotiva misa flamenca en su memoria. La ceremonia ha tenido lugar en la parroquia de Nuestra Señora de Fátima, en Cádiz.
Eucaristía muy emotiva
La misa ha sido descrita por los presentes como un acto íntimo y discreto. Alejandro, acompañado de su pareja Danae de Castro y su hija Julia, ha sido el responsable de organizar el acto de homenaje a su madre. A este tributo se sumaron dos figuras muy cercanas a la familia: el torero Juan José Padilla y su esposa, Lidia Cabello.
El evento, marcado por la intensa emoción, también estuvo impregnado de música. De hecho, la música y el arte flamenco fueron protagonistas, reflejando el alma y la pasión de María Jiménez. Durante un momento especial de la eucaristía, un grupo de artistas elevó sus voces y guitarras en honor a la cantante. Alejandro, desde la primera fila, no pudo contener su emoción al escuchar los acordes y las letras que evocaban a su madre.
Triana, siempre en el recuerdo
Este homenaje recordó la manera en que se despidió a María en el barrio de Triana tras su fallecimiento, donde el arte y la música flamenca resonaron en cada rincón, demostrando el legado imborrable que dejó en el mundo del flamenco y en los corazones de sus seres queridos.
María Jiménez siempre tuvo una visión clara y decidida sobre cómo quería que se le rindiera homenaje después de su muerte. En vida, expresó el deseo de que un carruaje de caballos transportara su féretro por las calles de Sevilla, la ciudad que la vio nacer y donde tantas melodías y recuerdos dejó grabados. El propósito no era otro que el de pasear, por última vez, a lo largo del barrio de Triana donde pasó innumerables momentos y donde su música resuena con especial cariño.
Escenas conmovedoras
Un coche de caballos antiguo, tirado por cuatro equinos, recorrió las calles llevando el féretro de María. A su lado, caminando con profundo respeto y dolor, iba su hijo Alejandro. La escena era conmovedora y la multitud que se agolpaba a los lados de la calzada no dejaba de aplaudir, brindando un último tributo a la artista.
Asegurando que todo transcurriera con el respeto y el orden que la ocasión requería, dos policías locales escoltaron al carruaje en su trayecto, finalizando en la parroquia de Santa Ana, tal y como María Jiménez lo había deseado.