Cuando se conoció el compromiso del Príncipe Harry con una actriz norteamericana los británicos contuvieron el aliento. La sombra de Lady Di es alargada y Kate Middleton había sabido hacerse su propio hueco en Buckingham con simpatía y discreción, pero ¿cómo sería la entrada de una intérprete en palacio? Pronto se disiparon las dudas.
Si por algo ha destacado Meghan Markle desde que se conoció su noviazgo con el hijo pequeño de Carlos de Inglaterra es por su sonrisa. La Duquesa de Sussex transmite en cada una de sus apariciones una simpatía y una naturalidad que contrasta con el rígido protocolo inglés, algo que le puede llegar a jugar una mala pasada. A su vez, Harry es el más díscolo, cercano y natural de los nietos de la Reina Isabel y la combinación del matrimonio ha dado lugar a momentazos como los que se están viviendo en su viaje oficial a Sudáfrica.
El beso de película de Harry y Meghan Markle en Sudáfrica
De un matrimonio real se espera discreción en sus reacciones y contención en sus muestras de afecto, pero los Duques de Sussex no parecen hacerse cargo. Como pareja que apenas lleva un año y medio casada, Harry y Meghan pasean de la mano, se besan y comparten confidencias, pero sus licencias con el protocolo no acaban en ellos.
Las visitas de la pareja a distintos lugares de Ciudad del Cabo han provocado una oleada de felicidad entre los habitantes de la capital sudafricana, que no han dudado en abrazar, hacer regalos y contar sus propias anécdotas al matrimonio real. Lejos de mantenerse precavidos, ambos han sorprendido a los autóctonos con abrazos, carcajadas y gestos tan naturales como agacharse a recoger algo que se le había caído a una de las mujeres que hablaba con ellos.