Los reyes Guillermo y Máxima de los Países Bajos, junto a su hija la princesa Amalia, continúan ruta en su viaje oficial por el Caribe holandés. Desde que aterrizaron el pasado 29 de enero en la isla de Bonaire, los tres nos van dejando multitud de imágenes increíbles, muy poco habituales en su rutina de actos. Aruba y Curazao han sido sus siguientes destinos. Y en esta última isla, precisamente, hemos podido ver ya los primeros efectos de tanto ajetreo. Por lo pronto, tenemos una evidencia: la princesa heredera ya empieza a sufrir de los pies.
La joven, de 19 años, lleva casi una semana a un ritmo nada acostumbrado. Es su primera salida oficial al extranjero, orquestada para presentarla como heredera y futura reina en los territorios coloniales, y eso conlleva una gran responsabilidad. Por ello Amalia lo está dando todo. Ha preparado una maleta llena de carísimos y exclusivos looks, donde no faltan coloridas prendas de las mejores marcas, complementos variados y joyas a la altura. Amalia desea quedar bien y lo está consiguiendo.
Se muestra cercana, amable e interesada en todo lo que le proponen, siempre bajo la mirada de sus padres, expertos en estas lides tras muchos años ejerciendo su papel. Hemos visto a Amalia manipulando una planta de aloe vera, bailando en el carnaval, con unas jugadoras de fútbol, probando especialidades culinarias en un festival... Ayer, en Curazao, inauguraron un puente con su nombre y hasta un vals compuesto especialmente para ella. La princesa Amalia asiste a cada compromiso con su mejor actitud y con la sonrisa por delante. Sin embargo, la princesa no puede evitar mostrar los primeros síntomas de cansancio. Sus pies se están resintiendo después de tanto tacón alto durante las jornadas maratonianas, de la mañana a la noche, de aquí para allá.
Ayer por la noche, los reyes y su hija finalizaron con una cena celebrada en la Catedral de Espinas, un original edificio concebido como un laberinto, que también funciona para exposiciones artísticas y como escenario para espectáculos. A la cita asistieron 21 residentes destacados de la sociedad de Curazao, una cifra nada elegida al azar, sino para conmemorar precisamente el 21 aniversario de boda de Guillermo y Máxima. Unas horas antes, los propios soberanos lo festejaron poniendo un tradicional candado del amor, un corazón con sus iniciales, en una famosa escultura de la isla.
Amalia de Holanda se puso un vestido de gasa azul estampado de LaDress, que combinó con una cartera de Jacquemus destacando en verde. En su cuello brillaba su collar de 'charms' de Marianna Lemos, que no se ha quitado durante todo este viaje, un brazalete de Hermès y su reloj de Apple. Pero bajamos hasta sus pies y es ahí donde encontramos la pieza más original: unas sandalias tobilleras blancas con un original tacón dorado, de corte arquitectónico, que son de la marca Schutz y cuestan 190 euros.
Esta noche la princesa de Orange fue de lo más previsora y se puso una tirita en el tobillo para que el roce del zapato no le hiciera herida (si es que no la tiene ya). Después de varios días seguidos con zapatos nuevos y altos tacones, Amalia de Holanda no aguanta más. En alguna ocasión se ha puesto unas deportivas, pero la mayoría de eventos programados requieren de una vestimenta más formal. Ella ha optado por cultivar un estilo más clásico de lo que su edad podría indicar, bastante parecido al de su madre, para lo cual no renuncia a la coquetería de los tacones. Máxima y Amalia hicieron una escapada secreta a Madrid pocos días antes de este viaje, donde se las pilló de compras por las tiendas de la lujosa Milla de Oro, así que seguramente algunas de las piezas que está estrenando las haya adquirido en nuestra capital. Veremos cómo sigue ruta por el Caribe: en los próximas fechas le esperan las islas de San Martín, San Eustaquio y Saba.