Los reyes Guillermo y Máxima de los Países Bajos están en Bélgica llevando a cabo una visita de Estado de tres días. La primera jornada finalizó a lo grande, con un banquete de gala ofrecido en su honor por sus anfitriones, los reyes Felipe y Matilde, en el palacio de Laeken de Bruselas. El protocolo marcaba la más alta etiqueta y todos cumplieron, pero fueron las señoras las que nos dejaron estupefactos. Porque las soberanas derrocharon un glamour como hacía tiempo que no veíamos. Máxima y Matilde sacaron toda su 'artillería pesada' con tiaras y joyas de diamantes que iluminarían la noche más oscura. Pero, además, ambas mostraron gestos de inusual cercanía, entre comentarios y risas, para un acto público.

Los comentados gestos entre Máxima y Matilde rivalizando en diamantes
Gtres.

Las reinas acudieron a la cita con sus mejores galas. La reina Máxima escogió un vestido rosa palo con los hombros al descubierto y una falda con cola cuajada de volantes de tul. En cuanto a joyas, la argentina tiró de diamantes, que para eso son uno de los símbolos de los Países Bajos. En este caso se decantó por la Tiara Estuardo, realizada en 1897 para la reina Guillermina, en el que destaca el gran diamante Estuardo, de 40 kilates.

También se puso el resto del juego, el collar y los pendientes, sumándole varios brazaletes de diamantes. Como complemento más orinal, Máxima llevaba en su mano un abanico para aliviarse del calor en palacio.

Los comentados gestos entre Máxima y Matilde rivalizando en diamantes
Gtres.

Pero si Máxima estaba espectacular, no menos estaba Matilde de Bélgica. La anfitriona eligió un increíble vestido azul celeste, cubierto por una capa de fino encaje, con el que parecía como salida de un sueño. Y, por supuesto, una buena carga de diamantes para completar el look. Su tiara era una de la más importantes del joyero de los belgas, la de las Nueve Provincias, que fue uno de los regalos de boda de la reina Astrid, abuela del rey Felipe, en 1926. El collar pertenece al juego de la Tiara Wolfers, que le entregaron como obsequio a la reina Fabiola por su enlace, en 1960. Los pendientes, con forma de lazo, y una pulsera de aguamarinas remataban uno de sus estilismos más fabulosos de los últimos tiempos.