Meghan Markle se ha convertido en protagonista de titulares desde el mismo momento en que se le empezó a relacionar con el Príncipe Harry. Por aquel momento ella era una reconocida actriz que protagonizaba una de las series del momento y nada hacía presagiar que apenas dos años más tarde se le iba a ver al borde de las lágrimas debido a la presión mediática a la que está sometida desde que su noviazgo con el hijo pequeño de Lady Di se hizo oficial.
Ayer la norteamericana acudió a la cumbre anual de la ONG One Young en la que fue su primera aparición tras la entrevista concedida en su último viaje. En esa intervención la Duquesa de Sussex sorprendió al mundo al apenas contener las lágrimas cuando le preguntaron cómo se encontraba y, además, no dudó en desvelar que las críticas constantes de las que estaba siendo objeto como mujer, como madre, como esposa y como parte de la Corona Británica les estaban sobrepasando. Consciente de que las miradas volverían a posarse sobre ella, la madre de Archie apostó por un vestido que ya lució durante su embarazo y cuyo color se asocia directamente con el feminismo: el morado.
El vestido en cuestión es de la firma Aritzia, tiene manga larga, cuello a la caja y una abertura lateral en la pierna, aunque al ser de falda midi no es demasiado sugerente y no lo convertía en un look inapropiado. Como calzado Meghan eligió unos sencillos salones en azul que empastaban a la perfección con el atuendo y no restaban protagonismo al color principal. Un canto a la libertad de las mujeres y una reivindicación en toda regla.