La reina Isabel II de Inglaterra era peculiar y es que era de las pocas soberanas que conducía su propio coche siempre que tenía ocasión y la agenda oficial se lo permitía. Le encantaba conducir y, al igual que su marido, el duque de Edimburgo, llevaban su propio coche hasta bien avanzada edad, hasta que los médicos le recomendaron alejarse del volante, especialmente tras el accidente que sufrió el consorte en 2019 y el vehículo que llevaba terminó volcando y obligando al duque estar ingresado en el hospital. Tras la muerte de Isabel II, su coche favorito ha salido a subasta y parece que ha gozado de una inigualable acogida por parte de los coleccionistas y amantes del motor, pues ha logrado una cuantía muy por encima de su precio de mercado.
Aunque la reina Isabel II ha llevado varios coches a lo largo de su vida, parece que sentía especial predilección por un Jaguar X-Type de color verde esmeralda, con el que se dejó ver en numerosas ocasiones desde que lo adquirió en 2009. Se trata de un modelo ranchera adaptado para que la soberana pudiese llevar a sus queridos perros de viaje y paseos al campo. Un coche que tras su muerte ha sido puesto a subasta, pues la familia no lo considera ya útil. Lo curioso no es tanto que los suyos quieran deshacerse de aquellos objetos de valor que ya no darán uso, pese a que la matriarca sintiese especial predilección por ellos. Ya lo hicieron con los caballos purasangre que había en los establos privados de la reina, por el que Carlos III se ha embolsado cerca de un millón de euros. Pero ahora el negocio ha sido mayor si cabe.
El Jaguar X-Type con el que la reina Isabel II gustaba desplazarse de manera privada tiene actualmente un valor de mercado de poco menos de 6.000 euros. Esto se debe a su antigüedad y características. Ahora bien, se trata de un coche histórico, que ha pertenecido a una de las familias reales más estables del mundo y ahí crece su valor, al menos sí aquel que va más allá del objeto en sí. Teniendo esto en cuenta, el pasado fin de semana el lujoso vehículo fue puesto a subasta y se ha alcanzado una jugosa cuantía: 49.858 euros. Es decir, el coche de la reina Isabel II, tan solo por haber pertenecido a ella, ha sido adquirido por un precio ocho veces superior. Una barbaridad, pero en el que la nostalgia ha jugado un gran papel.
Es más, el vendedor del vehículo que conquistó a la reina Isabel II de Inglaterra ya habló con los medios británicos sobre el coche que se había llevado. Contó detalles como que el interior estaba forrado de cuero Barley, tenía techo solar, transmisión automática, elevalunas eléctricos y climatizador. Sin embargo, según este experto en la materia que logró vender un Jaguar para la familia real británica, reconoce que no se trataba de uno de los coches más exclusivos de la firma, ni tampoco de los más populares. Es más, a su disposición había vehículos más potentes y con más extras, pero quizá no se ajustaba a las necesidades de la soberana, que lo disfrutó hasta que tuvo que alejarse del volante y confiar en que su chófer le llevase allá donde deseaba. Ahora forma parte de una colección privada y es que está en manos de un admirador.