Las celebraciones por Santa Devota, patrona de Mónaco, culminaron con una misa en la catedral del Principado. Una solemne ceremonia que presidieron como siempre el príncipe Alberto y su esposa, la princesa Charlène, y esta vez ya sin la compañía de sus dos hijos, los mellizos Jacques y Gabriella, quienes sí estuvieron en la tradicional quema de la barca la tarde anterior. Así que, de nuevo, los focos se dirigieron en particular hacia la primera dama, quien nos deleitó con un look típicamente suyo para estos casos. Es decir, un estilismo inspirado en lo eclesiástico, en lo monacal... Y con el protagonismo absoluto para un complemento que está convirtiendo en su fetiche: la boina.
Boina llevaba para el encendido de la barca en Puerto Hércules, boina en la última Fiesta Nacional de Mónaco... Aparte de lo innegablemente chic que resulta, el hecho es que hay otro motivo importante para que Charlène casi no salga de casa sin ella. Y es que su arriesgado último corte de pelo, rapado por completo en un lateral, no es apto para todos los públicos. O al menos para el estándar estético de la Iglesia. Recordemos que el Principado es un Estado confesional católico. Tratándose de la princesa consorte de Mónaco, quizás parecería algo inapropiado presentarse en el templo luciendo un aire punk, símbolo de rebeldía y contra los convencionalismos.
En ese sentido, la princesa Charlène se muestra muy respetuosa. Al cubrirse la cabeza, además, hace honor a otra de las clásicas reglas del decoro para acudir a la iglesia. Si antes se cubrían con mantilla de blonda, ahora se puede recurrir a otras opciones más actuales. La esposa de Alberto puede ser muy atrevida de puertas para adentro del palacio, pero hacia afuera sigue a rajatabla las normas. Faltaría más. Y ella precisamente clásica no es.
Hace unos días la joven, que acaba de cumplir 43 años, comentaba el tan sorprendente tema de su pelo en una entrevista para la revista francesa Point de Vue. En la misma aseguraba: "Parece que mi corte de pelo provocó todo tipo de comentarios, pero lo llevaba tiempo deseando. Me gusta el estilo, eso es todo. A Jacques y Gabriella les encanta ver a su mamá con su nueva imagen y el príncipe me comprende y le gusta también".
En esta ocasión, Charlène prefirió ocultarlo bajo una llamativa boina púrpura, un color asociado a la Iglesia. El resto de su atuendo era completamente negro, con sobrio abrigo de Prada, un vestido midi de punto y botas. Una cruz brillaba en su pecho como única joya. En definitiva, la Charlène más 'comedida', pero bajo la cual sabemos que se esconde una mujer más ajena a los cánones de la realeza de lo que se pueda pensar.