Santa Devota es la patrona de Mónaco, pues la joven cristiana fue martirizada en estas tierras allá por el siglo III, y en el Principado mantienen viva su memoria cada 26 y 27 de enero. La parte de la fiesta más llamativa es la quema de la barca en Puerto Hércules, un acto al que acude siempre la Familia Real. Este año no ha sido diferente: el príncipe Alberto y Charlène se reencontraban con su pueblo y además se llevaban a sus hijos, los mellizos Jacques y Gabriella, quienes a sus 6 añitos cada vez son más conscientes de su significado. Este año incluso les dejaron acercar la tea de fuego para encender la hoguera...
Pero protocolos aparte, ha habido otros detalles dignos de mención. Por ejemplo, cómo iban vestidas las 'chicas'. Si la princesa Charlène hacía honor a su elegancia y originalidad luciendo un abrigo largo rojo y negro de la firma Akris, una de sus favoritas, valorado en 3.500 euros, su hija no le iba a la zaga. Al menos en exclusividad. Sí, porque la niña va camino de convertirse en toda una 'it girl' en cuanto a moda se refiere. Entendemos que es su madre la que se ocupa del asunto y que desde luego no está por la labor de que la princesita apueste por el 'low cost'. No, no, para nada...
Gabriella acudió al evento vestida de arriba a abajo de Dior, la firma francesa de la que también ya sabía en su infancia su tía la princesa Carolina. En esta ocasión llevaba un gorro de tipo bucket o pescador , que cuesta alrededor de 300 euros, más un conjunto de chaqueta y faldita de cuadros vichy, todo en rosa. El detalle final que nos enamora (y sorprende a la vez) era su bolso, pues se trataba del icónico modelo Lady Dior, en su versión Nano, para niños, cuyo precio es de 3.000 euros. Una pieza en piel de cordero plateada que la niña llevaba en bandolera y que, en su versión adulta, tampoco le falta a su madre.
La princesa, insistimos con solo 6 años, ya sabe lo que es presumir de firmas de lujo con toda naturalidad, y entre ellas suele elegir (o le eligen) a Dior. Esto hizo que acaparara muchas miradas durante la celebración de Santa Devota, en la que ni su hermano, el heredero Jacques, ni sus padres lograron hacerle sombra. Es más, Charlène, que acaba de cumplir 43 años, parecía estar de perfil bajo, más preocupada de sus hijos (que al fin y al cabo andaban con fuego) y ocultando su nuevo peinado punk bajo una boina.