En un momento en el que las rutinas de belleza han adquirido un enfoque más consciente y personalizado, el cuidado del cabello se ha convertido en una de las preocupaciones más recurrentes. ¿Cada cuánto hay que lavarlo? ¿Es mejor usar champús sin sulfatos? ¿Cómo influye la temperatura del agua? Estas preguntas, lejos de ser frívolas, son esenciales si queremos lucir una melena sana, brillante y con fuerza.
El exceso de productos, los hábitos incorrectos y la falta de información pueden dañar más que beneficiar, y por eso es tan importante entender qué necesita realmente nuestro cabello.
El punto de partida para una rutina capilar efectiva está en conocer las características de nuestro pelo: su tipo, su estado y cómo responde a factores externos como el clima, el agua o la frecuencia de lavado. No se trata de seguir modas o recomendaciones universales, sino de escuchar a nuestro cuero cabelludo y aprender a cuidarlo de forma coherente.
¿Cada cuánto tiempo debo lavar mi cabello?
No existe una regla única. La frecuencia ideal de lavado varía según el tipo de cabello, la actividad diaria y el entorno en el que vivimos. “Esta frecuencia es un asunto que guarda relación con una serie de factores, pero hay indudablemente unos máximos y unos mínimos saludables”, explica Jerónimo Ors,farmacéutico y director de Cosméticos Paquita Ors.
Las melenas finas o grasas pueden requerir un lavado más frecuente, incluso a diario, mientras que los cabellos gruesos, rizados o secos pueden espaciarlo a dos o tres veces por semana. También influyen otros factores, como el ejercicio o la sudoración. “Si nos exponemos al polvo y la suciedad, es normal que tengamos que eliminarla con un lavado algo más frecuente”, añade.
La frecuencia de lavado dependerá de las características propias de cada melena.
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Según dermatólogos y tricólogos, lavar el pelo todos los días no es necesariamente dañino si se hace con productos suaves y adaptados. Lo importante es no dejar que se acumule grasa o suciedad en exceso, ya que esto puede obstruir los folículos y causar irritaciones o caída del cabello. Escucha a tu cuero cabelludo: si notas picor, sensación pesada o pérdida de brillo, quizás ha llegado el momento de lavarlo.
“Es un equilibrio ni demasiada, ni demasiado poca. Un exceso ahoga la raíz del pelo; la falta produce un cabello excesivamente seco y quebradizo. Muchas veces, en cabellos con tendencia grasa, si nos lavamos con mucha frecuencia, sobreexcitamos las glándulas sebáceas. Hacemos que estas fabriquen mucha más grasa y el resultado es un exceso de seborrea, con una mayor tendencia a la caída y a contraer pequeñas infecciones como la caspa”, afirma el experto.
La técnica también importa: cómo lavar el cabello de forma correcta
Tan importante como la frecuencia es la forma en la que se lava el pelo. Muchas veces, el error está en el gesto más básico: aplicar el champú directamente sobre el cabello sin emulsionarlo antes en las manos o usar una cantidad excesiva.
Lo correcto es masajear el cuero cabelludo con suavidad, con las yemas de los dedos, para activar la circulación y eliminar residuos, sin frotar con fuerza.
La doble limpieza se ha posicionado como una tendencia clave en el lavado del cabello.
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No es necesario aplicar champú en medios y puntas: el producto que baja con el agua es suficiente para limpiarlos sin resecarlos. La doble limpieza es otra técnica que se ha puesto muy de moda en este terreno y cuyos beneficios están más que demostrados. “Yo siempre soy partidario de dar dos pasadas dejando actuar entre medias un par de minutos. Esta repetición es particularmente útil en el caso de cabellos grasos o con caspa, porque eliminamos más eficazmente los hongos y los radicales libres prooxidantes”, declara Jerónimo.
Siempre hay que aclarar con abundante agua templada y, si es posible, termina con un chorro de agua fría para sellar la cutícula.
Elegir los productos adecuados: menos es más
A la hora de elegir champú, mascarilla o acondicionador, lo ideal es buscar fórmulas que respeten el equilibrio del cuero cabelludo y respondan a las necesidades reales del cabello. Los champús sin sulfatos son una buena opción si tienes el cuero cabelludo sensible, cabello teñido o tendencia a la sequedad, pero no son imprescindibles para todos.
Si tu cabello se ensucia con facilidad o acumula residuos, un champú clarificante una vez a la semana puede ayudarte.
“La fórmula de un buen champú es sencilla, pero tiene que estar bien equilibrada. Normalmente contiene lo que se conoce como tensioactivos aniónicos, que son las sustancias que eliminan la grasa y la suciedad. Otras sustancias llamadas betaínas tienen un efecto suavizante, y derivados de mantecas vegetales para evitar que el pelo se seque demasiado. Podemos, además, añadir todo tipo de extractos vegetales, pero como un champú está normalmente dos o tres minutos en contacto con el cabello y se elimina con el agua, no son en este caso los activos más importantes.”, comenta el farmacéutico.
Los champús tienen que tener fórmulas bien equilibradas y que respondan a las necesidades reales del cabello.
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La clave está en no sobrecargar: usar una mascarilla nutritiva no requiere aplicar también un sérum, un aceite y un leave-in. Opta por rutinas sencillas y coherentes. Por ejemplo, si usas mascarilla, evita el acondicionador ese día.
Si tu cabello es fino, mejor productos ligeros y en spray. Y si es grueso o rizado, fórmulas más ricas y cremosas. No hay milagros, pero sí combinaciones eficaces.
“Las sustancias de los acondicionadores crean una capa de protección a lo largo del tallo, previniendo las cargas eléctricas y ayudando a rellenar las grietas que tiene la cutícula en su superficie. Su uso es muy importante, junto con el de las mascarillas nutritivas, en el caso de los cabellos teñidos”, continua.
Errores comunes que debes evitar
Uno de los errores más habituales es usar agua muy caliente, que abre la cutícula capilar y deshidrata el cabello. “Uno de los más habituales es no aclararse bien el cabello, dejando restos de champú que secarán la cutícula. El aclarado debe hacerse siempre con agua no muy caliente, que nos ayudará a eliminar mejor las moléculas tensioactivas”, confirma el experto.
Otro, secarlo con fuerza con una toalla o cepillarlo en mojado con peine inapropiado. También es común abusar del champú seco, que puede obstruir los poros y generar irritaciones si no se retira correctamente.
Evita aplicar mascarilla en el cuero cabelludo si no está formulada para ello, ya que puede aumentar la grasa o provocar descamación. “Hay que saber que las mascarillas y acondicionadores tienen que aplicarse en las puntas y no en la raíz, donde pueden tapar el poro y, cuando no se eliminan bien, pueden causar fenómenos de oxidación”, explica.
Uno de los errores más habituales es no aclararse bien el cabello.
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Y no olvides que el secado con calor debe hacerse con protección térmica: el daño térmico acumulado es una de las principales causas de rotura y pérdida de brillo. “No es conveniente utilizar el secador a toda potencia aplicándolo muy cerca del cabello. Por un lado, secaremos en exceso la cutícula (la piel del pelo), y por otro, sobreengrasaremos la raíz. El cambio del cabello frío y húmedo a un brusco calor seco intenso no es en absoluto beneficioso. Tenemos que aplicar el secador lejos del folículo piloso, de forma suave y prolongada”, remata.
El equilibrio perfecto: escucha a tu cabello
“Si en estos días de primavera empezamos a notar que el cabello se adelgaza y percibimos más cabellos en el peine y sobre todo en la almohada. Si notamos picor o enrojecimiento en el cuero cabelludo. Si el cabello se torna difícil de peinar o lo notamos más graso. ¡Cuidado!, estamos ante signos de alarma que hay que tener en cuenta”, afirma Jerónimo.
El secreto está en el equilibrio. Ni lavarlo todos los días por rutina ni evitar el lavado por miedo a dañarlo. La clave está en observar, probar y ajustar según las necesidades cambiantes del cabello y del entorno. La salud capilar no se consigue en un solo gesto, sino en una rutina constante, coherente y respetuosa con tu tipo de pelo.
Dedicar unos minutos a cuidar el cabello con atención y mimo no solo mejora su aspecto, sino que también puede convertirse en un ritual de bienestar. Tu melena lo agradecerá.