Lleva desde los 14 años trabajando como comunicadora y tiene la empatía por bandera, probablemente por ello, desde el primer instante, se tiene la sensación de conocerla de toda la vida. Divertida, pasional y espontánea, Toñi Moreno derrocha energía y buen rollo.
Ahora está encantada, ya que, además de disfrutar de su hija, Lola, de un año y medio, no le faltan proyectos profesionales. Este verano, ha vuelto a tomar el testigo de Emma García al frente de Viva la Vida, de Mediaset, cadena que contará con ella para su próximo docureality, Los miedos de…
Espacios a los que se une El verano de tu vida, un programa de Canal Sur con el que está recorriendo Andalucía. Su último proyecto es un estupendo libro de recetas, con el que se ganará a los lectores, esta vez a través del estómago.
Lo primero de todo, ¿cómo te encuentras después de la caída que sufriste recientemente tras el bautizo de Lola?
Recuperadísima. Fue un pequeño susto sin importancia. Cuando ya nos recogíamos del bautizo, como estoy ahora haciendo gimnasia, me vine arriba, cogí a mi sobrino de cinco años en brazos y no vi un escalón que estaba puesto ahí, creo que con toda la mala leche, y rodé las escaleras, pero no hubo ninguna rotura afortunadamente.
¿Cómo afrontas tu vuelta a Mediaset este verano al frente de Viva la Vida?
En realidad, no me he ido nunca, porque he estado muy centrada en otro proyecto. Lo que no he hecho es pantalla. Ahora vuelvo a hacer pantalla y lo afronto con mucha ilusión, muy agradecida por la oportunidad y con muchas ganas de divertirme. A un programa como Viva la Vida tienes que ir a pasártelo bien, porque eso se transmite y es la clave del éxito.
Pero voy a caballo ganador, porque va estupendamente.
Y te quedas de nuevo sin vacaciones…
Sí, pero ya tuve bastantes el año anterior. Necesito trabajar. El año pasado tuve un parón gordo y este, doble trabajo. Porque también estoy con El verano de tu vida en Canal Sur, un programa precioso, que está funcionando muy bien.
Tendrás que dejar esos viajes que tanto te gustan para más adelante...
Sí, me encanta viajar y sueño con llevarme a mi niña, porque lo que pienso dejarle son
recuerdos y el dinero que haya va a ser para viajar. Cuando era jovencita, tenía una hucha
para ahorrar y hacía un viaje al año. Es lo que más te alimenta y enseña. Y me queda tanto
por conocer.
Se te nota muy ilusionada
Lo magnífico de esta profesión y, al mismo tiempo, lo más duro es la inestabilidad.
Siempre estás empezando desde cero
Creo que fue Antonio Banderas quien dijo: “Eres lo último que has hecho”. Y eso es maravilloso, porque te obliga a estar al cien por cien y a no creerte nada. Y es que hay veces que, aunque pongas lo mejor de ti, a la gente no le gusta y eso es una cura de humildad. Yo doy todo lo que puedo y si luego no funciona, nunca me quedará la sensación
de que no lo intenté.
Y la empatía es tu principal arma, ¿verdad?
He tenido la suerte de presentar programas muy sociales y ahí o tienes empatía o no lo hagas, porque la gente te abre las puertas de su intimidad y lo que esperan es que les escuches. Si no te pones en su piel, eres incapaz de hacer una buena entrevista. Hacer entretenimiento, a veces, es mucho más serio que hacer actualidad, porque entretener a la
gente, más en estos momentos, no es ninguna tontería.
Después de tantos años al pie del cañón, ¿qué sueños profesionales te quedan por cumplir?
¡Todos! Tengo 48 años, empecé con 14 en la tele local de mi pueblo y he hecho de todo: pintar los decorados de la tele, reportera de actualidad y en conflictos internacionales, realities, magacines… Pero mi filosofía en el trabajo siempre ha sido no ansiar nada y
esperar a que lleguen las oportunidades.
Con Mujeres y Hombres y Viceversa aprendí una lección. Yo pensaba que iba a ser incapaz de hacerlo, pero aprendí a ser más tolerante y me hice, incluso, un pelín más moderna.
Estoy abierta a todo lo que me propongan y para mí, todo es un reto. No tengo un objetivo, eso es frustrarse y lo que acepto lo intento hacer bien. Aquí hemos venido a ser felices.
¿Te ha cambiado mucho ser madre?
Absolutamente. No soy la misma persona, ya no me acuerdo ni siquiera de cómo era antes (risas). Mi hija ha venido para que yo me haga mejor persona.
¿Qué es lo que más te cuesta perdonar?
La mentira premeditada, a sabiendas. Aunque es verdad que no me cuesta perdonar, porque si estoy mal con alguien, la que tiene mal rollo soy yo e intento cuanto antes soltar y limpiarme. Quiero ser feliz y tengo la obligación de transmitirle a mi hija buen rollo y optimismo.
Y, ahora, nos sorprendes con un libro de tus recetas de cocina. ¿Qué puntuación te das como cocinera?
Me considero una cocinera de pacotilla (risas). Hablando en serio, es todo un don que hay que trabajar mucho y no me considero buena cocinera, sino aprendiz. Y, además, me encanta comer. Siempre he sufrido mucho si me he gastado más de la cuenta en una ropa o un bolso, pero no me ha dolido nunca el dinero que me he gastado en un buen restaurante. Me gusta mucho ver vídeos y programas de cocina, pero en mi libro, sobre todo vais a ver la cocina que yo he mamado con mi abuela Antonia y mi madre.
Una cocina muy andaluza y muy de subsistencia, porque no siempre había los mejores ingredientes. Hay platos que se hacen con dos duros. Ya lo dice José Andrés, que tenemos una cocina tan rica que no se tira nada. En este libro, está el puchero que hace mi madre, la Ropa Vieja del día siguiente y con lo que ha sobrado te haces unas croquetas.
Eso está muy bien. ¿Qué recuerdos guardas cocinando con tu madre y tu abuela?
Mis padres, que han sido muy currantes, se fueron de caseros a un cortijo y me dejaron con 14 años responsable de una niña de 11 y otra de 4. Tuve que aprender, en la cocinita pequeña que teníamos entonces, a hacer pucheros, lentejas… Para las cantidades siempre he sido muy tremenda y muchas veces llamaba a las vecinas para repartir. Mi madre me decía que le iba a hacer perder las ganancias (risas). Y de mi abuela, que era
una gran cocinera, recuerdo cuando llegaba la Navidad y nos reuníamos con su familia para hacer las tortas de aceite.
Nunca las he vuelto a comer igual.
¿Qué tiene la cocina andaluza que no tengan otras?
Lo primero, una materia prima maravillosa y a partir de ahí, mucha imaginación. Yo he trabajado mucho la cocina marinera, porque iba a la lonja con mi padre y comprábamos lo que traían del barco.
¿Te gusta dedicarle tiempo a la cocina?
Sí, ahora tengo una hija y estoy más obligada a cocinar. Pero me gusta los fines de semana empezar en el mercado, ver lo que hay y lo que me recomiendan, ir a casa y ponerme a las 11 a cocinar, con un vinito y gente en la cocina para charlar mientras.
¿Cuál es tu plato favorito?
Me gusta todo, pero si tuviera que elegir una sola comida, quizá sería el pescado. De chica era muy mala comiendo. Mi madre sufrió mucho conmigo, pero, de repente, no sé qué me pasó, que no hay nada que no me guste. Me encanta el arroz, como me lo hagas: marinero, con carne...
Ahora, he montado una barbacoa y estoy experimentando el espetado. Como me estoy cuidando para perder unos kilos que cogí este año y sentirme mejor, estoy tirando mucho de plancha y brasa.
¿Y el de la niña Lola?
Creo que va a ser de buen comer. Le encanta el cuchareo y los pucheros de mi madre, y come como una adulta garbanzos con acelgas, pescado con verduras…
¿Y cómo lleva una persona como tú, que disfruta comiendo, hacer dieta?
Más que dieta, estoy aprendiendo a comer mejor y a combinar bien los alimentos, porque con la dieta, pierdes kilos, pero luego vuelves a cogerlos. Si comes bien y haces deporte es mucho mejor, y es algo que te tiene que acompañar el resto de tu vida. No siempre lo cumplo, porque el dulce es muy apetecible, pero estoy poniendo mucha fuerza de voluntad.
Ya llevo tiempo siendo bastante constante con el deporte, que, para mí, era algo imposible.