Todos los años a partir del mes de mayo comienza la temporada fuerte de bodas y siempre hay alguna de ellas que se lleva el título de 'la gran boda del año', aunque luego resulte que son muchas las que podrían alzarse con ese calificativo. Este 2024 ha sido el enlace del alcalde de Madrid, José Luis Martínez Almeida y Teresa Urquijo el que, por el momento, ha conseguido ese título, a la espera de nuevos 'sí, quiero' que puedan desbancarle. Pero si volvemos la vista atrás casi veintiséis años, nos encontramos con la gran boda del año con mayúsculas, esa que no admite discusión y todavía permanece presente en el imaginario colectivo. Sí, estamos hablando del enlace de Eugenia Martínez de Irujo y Francisco Rivera.
Después de la boda de la Infanta Elena en 1995 y de la Infanta Cristina en 1997, el matrimonio de la única hija de la duquesa de Alba con un torero perteneciente a una de las dinastías taurinas más importantes de nuestro país, con gran conexión con el mundo del corazón, era lo más parecido a otra boda real. Años después también llegaría la boda de Ana Aznar, hija del expresidente José María Aznar, que fue otro gran acontecimiento.
La boda de Eugenia Martínez de Irujo y Francisco Rivera
El altar mayor de la catedral de Sevilla fue el magnífico escenario en el que Eugenia Martínez de Irujo y Francisco Rivera se juraron amor eterno el 23 de octubre de 1998, ante los más de 1.300 invitados y, también ante varios millones de espectadores que siguieron la ceremonia que TVE emitió en directo (algo insólito al no tratarse de un enlace real). Representación de la Casa Real española, aristocracia, toreros, artistas, personajes del colorín... el desfile de invitados marcó época.
La duquesa de Montoro fue la gran protagonista con su look nupcial, protagonizado por un vestido de inspiración medieval diseñado por Emanuel Ungaro y una mantilla de encaje para cubrirse a la manera de los velos que llevaban las damas en la baja Edad Media y la espectacular tiara imperial. Aunque la pieza que más destacó fue la impresionante tiara imperial de platino, diamantes y perlas, que perteneció a Eugenia de Montijo y que su madre también había lucido en su boda.
El desfile de invitadas en la catedral de Sevilla
Entre las invitadas destacó la presencia de la infanta Elena, en representación de la Casa Real española; de Mar Flores, que entonces era la novia de Cayetano Martínez de Irujo (padrino de Eugenia) y de una Belén Esteban, mucho antes de convertirse en el gran fenómeno mediático.
Todas ellas siguieron a rajatabla el dress code en el que se recomendaba a las invitadas lucir mantilla y el protocolo establecía que solo podía ser negra, blanca o beige. Sin embargo, no todas acertaron con sus elecciones.