Es todo un clásico pero tal vez no sea lo más acertado hacer un listado de propósitos al comenzar el año. Una psicóloga nos explica los motivos por los que deberías dejar que esta tradición caiga en el olvido.
Puede parecer paradójico que unos “buenos propósitos” puedan generar insatisfacción o malestar emocional pero lo cierto es que muchas veces ocurre si no se pueden cumplir. La psicóloga María Martínez, autora de Vivir en Modo Kaizen (Alienta Editorial) explica a SEMANA los riesgos que conllevan esos famosos listados y cómo podemos gestionarlos para que se conviertan en una práctica motivacional.
Vivir en Modo Kaizen
¿Las listas de buenos propósitos pueden provocar frustración e insatisfacción?
El problema tal vez no esté en elaborar una lista con objetivos a cumplir el año que comienza sino el momento en el que lo hacemos y el estado emocional en el que nos encontremos. “Los propósitos de año nuevo se hacen en un momento de estrés, de euforia, de impulso, por lo que ya desde el primer momento no son realistas. Todo lo que se haga desde el estrés está condenado al fracaso. Por eso recomiendo que la lista se haga después de la euforia, con calma mental y física”, afirma María.
No puedes comprometerte con algo que has decidido en euforia, porque la energía con la que creías contar, en realidad no existe, es algo puntual que no se puede mantener. Por eso, después de 1 mes aproximadamente viene la frustración. “De hecho, está medido, podemos aguantar el estrés del propósito durante aproximadamente 1 mes (en el caso de que la energía inicial sea mucha), después tenemos un bajón que lleva consigo tristeza, decepción, frustración y culpa".
Además, podemos llegar a la falsa conclusión de que no podemos conseguir lo que nos habíamos propuesto. Y no es cierto. Lo único que pasa es que no nos lo hemos planteado adecuadamente ni con el estado emocional adecuado. “Este bajón es natural. Es el cuerpo recuperándose del estrés de la euforia y el esfuerzo sostenidos. Nada que implique esfuerzo se puede mantener en el tiempo, porque el esfuerzo es estrés, y no se puede vivir en estrés. Por eso, el malestar emocional posterior es proporcional a la subida inicial. Así nos volvemos a equilibrar emocionalmente. Pero podemos interpretar que nunca seremos capaces de lograrlo”. Pero recuerda que todo se puede conseguir si depende de ti y lo planteas de la forma y en el momento adecuados.
Listas sí, pero desde la calma
Entonces, ¿listas sí o listas no? La psicóloga expone que las listas son muy útiles para ayudar a la mente a concretar. "Si no concretamos, todo se queda dando vueltas en la cabeza y no conseguimos que nada tome tierra”. Lo que hay que aprender es a hacerlas bien.
Una lista de propósitos es como cuando en tu agenda te planificas la semana, sólo que aquí es algo a largo plazo. Ese es el peligro, que lo que es a largo plazo no lo identifiquemos como tal y queramos conseguirlo de golpe.
Para la experta, una lista de propósitos bien hecha ha de cumplir estos requisitos:
- Que realmente quieras lo que pones y que sea sólo para ti.
- Que la hagas cuando estés en calma mental, sin euforia, sin estrés y sin prisa. Ponte música relajante, coge un boli bonito, respira y pregúntate ¿Qué quiero que sea diferente el próximo año?
- Que lo que pongas en la lista dependa absolutamente de ti. Es decir, que no implique que otras personas cambien o hagan nada.
- Que sean cosas específicas, es decir, apuntar cómo vas a hacerlo. En lugar de poner sólo “mejorar mi alimentación o hacer deporte” poner “introducir 2 ensaladas más a la semana, reducir el azúcar poniendo sólo la mitad del sobre en el café, etc.
- Que las acciones que te propongas no te cuesten esfuerzo realizarlas. Hacer menos asegura la constancia.
¿Qué riesgos supone la mentalidad de hacer borrón y cuenta nueva?
¿Por qué tenemos la mentalidad de empezar de cero, borrar lo malo y comenzar un año nuevo en blanco? “Yo acudo a la mente Kaizen para contrarrestar esta mentalidad. Una mente en la que te centras en la parte más pequeña sobre la que ahora puedes actuar para acercarte a tu objetivo. Una mente que acepta lo que no depende de ti (no lucha con ello ni pretende cambiarlo), y que actúa sobre lo que SÍ. La que te permite avanzar sin estrés, aprendiendo del pasado y enfocándote en lo que tienes ahora entre manos”, argumenta la psicóloga.
Tenemos que tener presente que no se puede borrar nada. Lo que hacemos es fruto de los aprendizajes que en ese momento tenemos. Si aprendemos nuevas formas de actuar, las usaremos en lo próximo que hagamos. El pasado ha de quedarse en su lugar, y cumple una función. Querer borrarlo es huir. Y cuando huimos, miramos y nos enfocamos en lo que no queremos.
El cambio de año, a pesar de ser solamente un día, puede ser una excusa y una motivación extra que, usada adecuadamente, puede servir de empujón inicial para después continuar en velocidad de crucero y así que logremos esos cambios y mejoras que queremos. Como dice María, con una mentalidad Kaizen.
Los buenos propósitos y las expectativas
Suele decirse que no debemos crearnos demasiadas expectativas para no sufrir o frustrarnos. ¿Son las expectativas buenas compañeras de viaje? “Hay una especie de lucha contra las expectativas, como si hubiera que erradicarlas y que ellas fueran las causantes de todos los desengaños y frustraciones, y no es así. El problema con las expectativas, como con casi todo, es la interpretación que hacemos de ellas”.
Las expectativas, por tanto, son necesarias para llevar una gestión emocional sana y consciente, actúan como un motor que nos impulsa. La psicóloga señala que “sin expectativas, no hay ilusión ni motivación. De hecho, no haríamos nada si no pensáramos que con ello vamos a conseguir o sentir algo agradable. Eso está bien y es sano y saludable. ¿Qué es lo que nos hace pasarlo mal? Creer que lo que yo espero que ocurra TIENE QUE OCURRIR. Es decir, llegar a la conclusión de que eso que yo quiero que pase, dependa o no de mí, HA DE PASAR, que no hay otra opción. Ese es el error”.
Cómo eliminar la frustración de la ecuación
Plantearse propósitos y tener expectativas no tienen por qué acabar en frustración, decepción y tristeza. Además de elaborar tu plan de objetivos desde la calma, hay que hacer una gestión emocional saludable. “Hay que interiorizar que sólo puedes cambiar, y actuar sobre, lo que depende de ti (lo que piensas, lo que sientes, lo que dices y lo que haces). Y que lo que depende de los demás, escapa a tu control, por lo que no tiene sentido gastar tiempo en querer cambiarlo”, analiza la experta, y añade que: “si yo espero conseguir algo, pero hay una parte que no depende de mí (y lo sé), en el caso de no lograrlo, habré tenido la motivación de la expectativa, pero no la frustración de creer que TENÍA que ocurrir sí o sí”.
Lo que hay que hacer es plantearse los propósitos como una carrera de fondo, sabiendo de dónde partimos, la experiencia que tenemos en eso que queremos conseguir y, sobre todo, buscando las herramientas que nos acompañen a conseguirlo. Porque si hasta ahora no lo habíamos logrado, no podemos conseguirlo sin más porque “queramos”.
Necesitamos aprender el “cómo”. Y ese “cómo”, no es el esfuerzo (que este es el error que cometemos). El esfuerzo, como asegura María, es una fuerza de empuje, no una herramienta. Así que, para esa lista Kaizen de propósitos, pregúntate “cómo” vas a conseguir cada uno de ellos y empieza por el paso más pequeño que puedes dar ahora sobre lo que depende de ti.