Desde que anunciaran de manera conjunta su decisión de poner fin a su matrimonio, Iñaki Urdangarin y la infanta Cristina han entrado en un periodo cargado de tensiones, una enorme presión mediática y una larga lista de preocupaciones. A todo lo relacionado con disolver su matrimonio, de los que el último número de SEMANA ofrece todos los detalles, se suma una enorme inquietud por su hijo Pablo Urdangarin. Ambos temen que la atención mediática que ha generado su papel como portavoz de la familia le afecte a nivel profesional como jugador de balonmano. A los que fueran duques de Lugo también les preocupa que su segundo hijo siga sintiendo la responsabilidad de seguir atendiendo de manera amable a la prensa. El afán del joven de no traicionar el silencio de sus padres podría pasarle factura a nivel emocional, pues está constantemente en el foco de la noticia, y eso genera estrés y un enorme desgaste.

Portada SEMANA
© SEMANA.

Pero a Iñaki y a Cristina hay otro asunto que les quita el sueño. Ese asunto tiene nombre y apellidos: es Ainhoa Armentia. Tanto uno como el otro desean que no se anime a hablar públicamente y se lance a dar un paso que podría hacer temblar aún más los cimientos de su familia: contar todos los detalles de su relación con el exjugador de balonmano en un medio de comunicación y se convierta así en un personaje de la crónica social. Hasta la fecha, la vasca ha dejado clara su intención de seguir siendo una persona al margen de los focos, pero nunca se sabe si en algún momento dará un giro a la cosas y contará en primera persona cómo surgió la chispa con el aún yerno de los reyes eméritos.

Pablo Urdangarin, en el centro de todas las miradas

No cabe duda de que el tsunami Urdangarin sigue provocando efectos colaterales en las personas del entorno del exdeportista. Hace unos días veíamos a Mikel, uno de los hermanos de Iñaki, perder los nervios cuando se topaba con las cámaras de televisión.Cuando le preguntaban su opinión sobre “la interrupción de nuestra relación matrimonial” de su hermano y la hija de los reyes eméritos, este reaccionaba de manera abrupta y llegó incluso a agarrar el micrófono del periodista. A estas alturas, casi todo el clan Urdangarin ha hablado: desde la madre del que fuera deportista olímpico, Claire Liebaert Courtain, a su tía materna, o Pablo, acostumbrado ya a dar la cara tras destaparse el escándalo. A sus 21 años, es vulnerable. De la noche a la mañana ha pasado a convertirse en protagonista de numerosos titulares, y sus padres temen más que nunca por las consecuencias de el vendaval al que está expuesto.