Silvia Jato soñaba con el mundo del cine y la televisión sin imaginar que iba a ser parte de su vida. Por su preocupación como madre de hijos adolescentes, desempeña una labor importante en la Fundación Alcohol y Sociedad. Considera ser una afortunada en el amor. De su pareja, Alberto Fabra, valora su integridad tanto en lo personal como en lo profesional.
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¿Qué hace una mujer que estudió Económicas en un sitio como este?
¡Y además de verdad! (Risas). Siempre les digo a mis hijos que se formen porque yo soy el ejemplo de que en la vida se pueden abrir muchos caminos. Estudié Económicas y, al mismo tiempo, por haber sido elegida Miss, me entrevistaron para la televisión de Galicia. Me enamoró el medio y me propusieron hacer un programa. Así empezó todo, la vida me dio un medio que, por mí misma, nunca hubiera conocido.
De pequeña, la tele era para ti como un sueño.
Me fascinaban los concursos de Miss Universo que se retransmitían. Admiraba a esas mujeres porque yo me veía muy patito feo y tenía el autoestima por los suelos. Sí es cierto que me llamaba mucho la atención el mundo del cine, pero tampoco creía que yo fuera capaz de meterme en ese mundo. Para mí era un mundo fantasioso e idílico quizás porque vivía en una ciudad pequeñita como es Lugo. Así que en principio iba a estudiar Odontología pero, como también trabajaba y me resultaba muy complicado asistir a las clases prácticas, pensé en la Economía por la visión generalista que da del mundo en general.
¿Tienes algún antecedente artístico?
En mi familia no hay nadie que se dedique al mundo artístico. Yo era muy buena estudiante y no contemplaban esa posibilidad. Era una niña que sacaba sobresalientes y pensaban que me gustaba eso pero sólo de forma idílica. Bueno, la verdad es que la actriz María Castro es mi prima ¡y no lo sabía hasta que ella lo dijo! Es prima por parte de mi padre.
¿Cómo viviste el momento en el que ese mundo idílico se hace realidad?
No fui consciente hasta que me vi presentando Pasapalabra en Antena 3, un programa del que se hablaba en todas partes. Aunque antes había hecho otros trabajos, yo los viví de otra manera, no era consciente. Me ayudaba a pagarme los estudios, me encantaba probarme ropa y mirar a la cámara. No era consciente de que la profesión me iba a enganchar. Hasta que llegó Pasapalabra, claro.
Fuiste la primera, pero tuvo varios presentadores.
En mis bajas maternales, lo presentó Constantino Romero, a quien le mando un beso al cielo. Luego Jaime Cantizano y, ya en Telecinco, Christian Gálvez. El programa es como mi hijo y, cuando me marché de Antena 3, fui consciente de que dejaba al hijo. Creo que Christian ha sido el relevo perfecto. Estoy muy orgullosa porque creo que Pasapalabra ha tenido un padre putativo muy bueno (risas).
Has recibido muchos premios, pero sé que el Premio Executivas de Galicia que acaban de otorgarte te hace especial ilusión.
Estoy felicísima. Nadie es profeta en su tierra, pero que esas mujeres cuyas profesiones y calidad humana las avalan, me otorgasen este premio, me hace mucha ilusión. Encima es en Galicia y van a estar mis hijos presentes. Será la primera vez que vean que me dan un premio así que será especial.
¿Crees que en la tele actual hay cabida para los profesionales de siempre?
Es una buena pregunta. La profesionalidad en este país a veces molesta, la experiencia parece un defecto en vez de una virtud y en nuestro mundo, más todavía. ¡Cuántos presentadores que arrastran a multitud de público están en su casa! Lo nuevo no tiene que tener más calidad que lo viejo, todo lo contrario, todo puede estar unido. Entrar en la casa de un telespectador siempre cuesta excepto cuando la gente te conoce y te invitan a entrar. No sé por qué se infravalora tanto la profesionalidad. Me encantaría que los profesionales que deciden en televisión piensen que lo nuevo y lo viejo van de la mano.
Actualmente colaboras en el programa de Màxim Huerta. ¿Cómo llevas mostrar públicamente tu opinión? ¿Participarías en un reality?
Yo siempre he moderado y me pensé el tener que dar opinión. Además, no sabía ni si a la gente le iba a importar lo que yo pienso. Pero el equipo y los compañeros me lo están haciendo muy fácil. Coincido con Gonzalo Miró, Olga Viza, Carolina Cerezuela y me lo paso muy bien. Sí me han ofrecido participar en realities pero me cuesta. Soy versátil, pero no me veo capaz, no me sentiría cómoda.
Compaginas todo con tu labor en la Fundación Alcohol y Sociedad.
Soy Directora de Relaciones Institucionales y Portavocía en la Fundación que surgió hace 20 años. Creemos que la educación es el pilar básico para llegar al menor y convencerle a través de los programas educacionales que el alcohol no le pertenece, que les daña y no les corresponde por edad. Estamos contentos con el trabajo porque conseguimos resultados. Siete de cada diez menores que reciben nuestros cursos cambian su actitud frente al alcohol. Hemos retrasado la edad de inicio en el alcohol en los jóvenes. Ahora ya no está en 13, sino en 14 años, que sigue siendo una aberración, pero estamos avanzando.
¿Por qué tu preocupación en este tema?
A todas las madres que tenemos hijos adolescentes nos preocupa esto. Son muy hábiles. O pones un investigador al lado de tus hijos cuando salen de casa o es muy complicado saber qué es lo que van a hacer. El alcohol es tan dañino como lo son las drogas. No hablo del consumo responsable sino del abusivo y, por desgracia, la sociedad lo permite.
¿Cómo eres como madre?
Estoy en la etapa más difícil. Si les preguntas a ellos te dirán lo de siempre: que soy de otra época. Es una lucha constante. Los de mi edad, como no hemos nacido con la revolución tecnológica, ya somos de la prehistoria. Es muy complicado ser padre, no viene con manual de instrucciones y aprendemos de los errores. Cada vez que cometemos uno, lo enmendamos. Las virtudes no las conoceremos hasta que ellos sean muy mayores y nos las digan. Todo lo que arrojan ahora es que viven en un sistema opresor (risas).
¿Eres muy estricta?
Sí lo soy. Yo era una hija muy responsable que no salía, estudiaba, no me dedicaba a la farra y me ven como de otra época. Es un problemón. Después es verdad que te embelesan cuando te dicen que eres la mejor madre del mundo. Es entonces cuando me planteo que tan mal no lo estaré haciendo. Están en edades que no saben lo que quieren hacer. A la mediana le gusta mucho el mundo de la interpretación, yo la escucho y la acompañaré en el camino que elija.
¿Qué valores que te enseñaron tus padres les estás inculcando a tus hijos?
Lo primero y más importante es ser responsable y saber pedir perdón. Es vital reconocer el fallo. Es de lo que carecemos mucho. Los políticos muchas veces no piden perdón y nos duele. También quiero que sean felices y que sean buenas personas.
¿Te consideras una afortunada en el amor? ¿Es complicado tener como pareja a un político?
Sí. Soy muy afortunada en muchos aspectos de mi vida. Uno es el amor y otro es la salud. La política es un mundo muy complejo y muy criticable. Es una de las profesiones más desagradecidas. Cuando lo hacen bien, nadie se lo reconoce y cuando lo hacen mal, se tiran a degüello. Pero yo no estoy con el político, estoy con la persona. Y es una persona íntegra, que defiende la integridad por encima de todo, que es lo que más me ha llamado la atención. Su manera de vivir corresponde a su manera de ejercer su profesión y eso no va vinculado a ninguna sigla ni a ningún partido.
¿Cómo te ves en unos años?
Soy culo inquieto, soy géminis. Estoy muy feliz con la Fundación y creo que es un proyecto que va para largo. Me veo allí incluso cambiando cosas del sistema legislativo. Y en televisión me encantaría hacer un programa de entrevistas, profundizar en las personas.
¿Qué preguntarías a quien supiera interpretar el futuro en los posos que ha dejado tu café?
Le preguntaría por mis hijos. Estoy satisfecha con mi camino y lo que me quede bienvenido será, pero a ellos les queda mucho por recorrer y preguntaría por ellos. Yo soy como Rambo, que le preguntan: “¿cómo vivirás?” y él responde: “Day by day” (Día a día). Pues eso es lo único que me preocupa. He visto tantas cosas y he subido y bajado tantos... Yo ya no hago pronósticos de futuro. Es mejor así.