Rocío Carrasco se ha adentrado en el recuerdo del peor momento de su vida, cuando el cáncer le arrebató a su madre, siendo testigo de su progresivo declive
Rocío Carrasco está dispuesta a contar su historia hasta el final, sin olvidarse de ningún capítulo importante de su vida. Lo hace a través de la segunda temporada de su serie documental, ‘En el nombre de Rocío’, con la emisión del octavo episodio en Mitele Plus, centrado esta vez en unos momentos especialmente complicados de su vida, al ser testigo del fatal desenlace que terminó con la vida de su madre, Rocío Jurado. Sus recuerdos viajan a Houston, donde acudió con la esperanza de sobreponerse del cáncer. No pudo ser. El sufrimiento fue mayúsculo para la familia, pero ahora es su hija la que quiere contar cómo vivió cada instante de aquellos dramáticos días que han marcado su vida y que precipitaron el final de la cordialidad en su familia.
Todo hacía indicar que la salud había regresado a Rocío Jurado, que el cáncer no había podido con ella, que le había dado una tregua, pero un fuerte dolor evidenció que no era así. Las peores sospechas se confirmaron, el cáncer de páncreas había vuelto a dar la cara tan solo tres meses después de creerse a salvo y la cantante, junto a su familia, puso rumbo de nuevo a Houston con la firme intención de repetir el milagro. Regresó sabiendo que no había más que hacer, que solo tocaba esperar.Lo hizo en la tranquilidad de su casa de La Moraleja, hasta que una noche el dolor se tornó insoportable y tuvo que ser ingresada en el Hospital Montepríncipe de Madrid. El cáncer le provocó una insuficiencia hepática y entre la sintomatología, además de un fuerte dolor, provocó “una pérdida de conciencia”, que fue intensificándose según pasaba el tiempo. El deterioro físico era cada vez más evidente. Ya no daba tiempo a realizar un tercer viaje a Houston.
La hija de la ‘más grande’ ha recordado con especial dolor la última etapa de la lucha de su madre. Se centra en cómo tras saber que el desenlace era irreversible tuvo que concienciarse que debía dejarla ir. Fue duro y la espera agónica para todos. Rocío Carrasco aguardaba a que pasasen los días sabiendo que el final estaba cerca y se resistía a creer que perdería a su madre, pero era inevitable. La noche que finalmente no aguantó más, el 1 de junio de 2006, fue larga, tanto que su hija la recuerda como “la eterna madrugá”.Pese al dolor con el que Rocío Carrasco recuerda aquellos duros momentos, le quedan anécdotas bonitas en la memoria de aquellos días. Entre ellos está un momento que ha contado ya en numerosas ocasiones, cuando su madre le dijo que no se quería ir de este mundo sin ver que su hija se casaba con Fidel Albiac, un hombre al que apreciaba mucho. No le dio tiempo, pero Rocío cumplió su promesa, aunque pasaron 10 años. No estaba preparada para dar el paso por el dolor que atenazaba su corazón, pero no podía dejar la promesa incumplida y realizar la última voluntad de la artista, de su madre.