María Francisca de Braganza nació en 1997 y no fue hasta julio de 2018 cuando se presentó formalmente como duquesa de Coimbra y dama de la Orden de Santa Isabel. Aquel significativo debut tuvo lugar en la histórica iglesia Santa Reina de Coimbra. Aunque el núcleo familiar se asienta en Lisboa, es en esta vibrante ciudad portuguesa donde María Francisca comparte el día a día con sus hermanos.
Una royal con misterio
En la jerarquía de la realeza portuguesa, ocupa un lugar destacado: el tercer peldaño en la sucesión al trono, justo detrás de su hermano, el príncipe de Beira, y adelante de su hermano menor, el duque de Oporto. Pese a su prominente título y posición, se sabe poco de su vida ya que mantiene un perfil discreto. Es, sin duda, una de las royals más reservadas de Europa, y hasta se podría decir que la envuelve cierto halo de misterio.
Fiel a sus raíces y valores, María Francisca fue educada en la fe católica y cursó sus estudios en el prestigioso colegio San Joao de Brito, al igual que sus hermanos. Su pasión por la comunicación la llevó a estudiar en la Universidad Católica de Lisboa, y en 2018 decidió expandir sus horizontes con una experiencia Erasmus en Roma, un viaje que sin duda amplió sus conocimientos académicos.
Corazón humanitario
A lo largo de los años, ha demostrado un firme compromiso con causas humanitarias, con su participación en misiones en Guinea, África, evidenciando su corazón altruista. Pero su vida no ha estado exenta de momentos llenos de glamour; su presencia en el baile de debutantes en París es un ejemplo, donde, aunque no fue un evento que le hiciera especial ilusión, brilló junto a Joannes de Jong de Orleans y Braganza, un primo cercano, y deslumbró con un diseño de una reconocida diseñadora portuguesa.
Su aparición en la boda del heredero de los Romanov, donde compartió un baile con su padre y lució una imponente tiara, fue espectacular. Se la vio muy contenta y radiante. Y aunque ha optado por mantener un bajo perfil público, su viaje a Timor para conmemorar el aniversario de la independencia del país asiático demostró que está plenamente capacitada para ocupar un papel público de relevancia.
Ahora, con su boda, el foco está nuevamente sobre ella. La gran pregunta es si esta discreta duquesa elegirá un camino más público o si, fiel a su esencia, seguirá eludiendo la atención pública. Lo que es seguro es que María Francisca, con su combinación única de tradición y modernidad, tiene mucho más que ofrecer tanto al mundo aristocrático al que pertenece como a Portugal.