Son las 16:00 horas en punto. SEMANA se desplaza hasta un coqueto apartamento en el centro de Madrid, allí nos espera Manuel Zamorano (44). Nada más tocar a su puerta el estilista más querido de la televisión nos recibe con el torso descubierto y visiblemente emocionado: “Pasad, qué ilusión que conozcáis mi casita”, nos dice mientras nos hace indicaciones para que dejemos las cosas en un maravilloso sillón.El peluquero, que acaba de sacar una línea de sudaderas y camisetas en colaboración con la marca Gamberry, nos ha dado, la que sin duda es su entrevista más personal: “Es la primera vez que hablo de mi vida”, confiesa. Una entrevista que nos ha permitido conocer a la persona detrás del personaje y que nos descubre a un Manolo, como así le llaman sus amigos, desconocido hasta ahora.
¡Qué casa tan bonita!
Es en la que viví con mi expareja. Cuando terminó la relación me fui a otro apartamento, y después del confinamiento regresé. La tenemos desde hace tiempo. Llevo viviendo aquí desde mayo.
¿Cuánto has tenido que ver con la decoración del hogar?
Si te digo la verdad me encanta la decoración, y de hecho, varios de los cuadros que están en esta casa los he pintado yo, pero tanto de ese tema como de la reforma se encargó mi ex (Raúl Prieto, director de Viva la vida). A él le encanta la decoración. Esta casa la hizo él al cien por cien.
¿Y cuál es la estancia en la que pasas mayor tiempo?
La cocina. Es una casa tan grande, que vivo entre la cocina y el dormitorio. Me cuesta mucho sentarme a cenar solo en ese salón tan grande….
¿Cómo eres en la intimidad de tu hogar?
Soy un tío súper básico. Llego de entrenar, pongo algo en el sartén y me ducho mientras se hace la comida. Ceno y me voy a mi dormitorio. Me gusta acostarme y leer mientras dejo volar mi imaginación.
¿Qué no se imaginaría la gente de ti?
Creo que la gente se imagina de mí algo que no soy. Yo vendo una imagen, que es todo el rato, estilismos, firmas, belleza… Pero realmente no es una imagen real de cómo soy. Yo en mi vida normal soy el tío más sencillo del mundo.
¿Y por qué piensas que sucede eso?
Cuando trabajas en televisión hay una parte de mí que es un poco personaje. Una parte es Zamorano, que es mi marca, y otra cosa es Manolo, el que soy cuando estoy en casa con mis amigos, ¿Sabes qué pasa? Cuando nunca has tenido nada no te sorprenden las cosas. A mí de pequeño, soy de un pueblo de Toledo de 3.000 habitantes, nunca me faltó de nada, pero vengo de una familia humilde…
¿Cómo son los recuerdos de tu infancia?
Los únicos recuerdos bonitos que tengo son en mi casa con mis padres. Lo pasé tan mal… Llegó un momento, con 13 años, que apenas podía salir a la calle, porque me pegaban, mi madre me acompañaba a todos sitios para protegerme, me insultaban… He sufrido episodios que solo recordarlos me hacen llorar. No se puede permitir que a nadie le hagan eso. Y mucho menos con esa edad. Yo nunca fui un niño afeminado. Intentaba hacer todo lo que hacían los demás chicos de mi edad para tener amigos, pero no pudo ser. Me hicieron la vida imposible.
Es muy duro lo que me estás contando.
¡Las monjas permitían que me quedara solo sentado en un pupitre, porque el niño de al lado decía que no se quería sentar conmigo porque era homosexual! ¿Es normal que una monja hiciera eso? ¿Es normal que tus padres tengan que venir al colegio porque los niños te tiraban piedras?
¿Has podido perdonar esa etapa?
Yo he perdonado, pero no he olvidado. Fue una etapa de mi vida que sigo recordando y me sigue haciendo daño. Cuando se murió mi padre fui a un psicólogo y allí fue cuando empecé a tirar de la manta. El doctor se dio cuenta de que mi dolor iba más allá de la pérdida de mi padre. A mí me pintaban “maricón” en la puerta de mi casa. También me llegaron a pintar un miembro masculino con un texto que ponía: “Saritísimo”. Todo eso cuando ya tenía una peluquería en Toledo. Mis padres se levantaban a primera hora y borraban todo con gasoil para que yo no lo viera.
¿Te has vuelto a encontrar con esas personas?
Sí, claro. Lo que pasa es que yo iba muy poco a ese pueblo, porque tenía la suerte de que mi madre podía venir mucho a Madrid. Recuerdo la primera vez que aparecí en Cámbiame. Mi madre me mandó una foto de mi padre segundos antes de entrar en directo con una frase que decía: “Tu padre estaría muy orgulloso de ti”. Cuando Carlota Corredera me dio paso, yo empecé a llorar y ella me dijo: “Ya sé lo qué te pasa, que te estás acordando de todo el daño que te hicieron en tu pueblo”. A raíz de eso salieron muchos titulares y hasta el alcalde del pueblo llamó a mi madre.
Con todo te has convertido en la mejor versión de ti.
Yo siempre hice todo para demostrar quién iba a ser yo. Y lo he hecho.
¿Te imaginabas que tu vida sería como ahora?
Es que yo siempre he sido Manolito el fantástico. Nunca soñé que estaría en televisión como estoy. Mi triunfo y por lo que yo luchaba era por tener un espacio en Madrid. Mi padre siempre me visualizó en Madrid y se murió viendo mi salón en Madrid.
¿Cómo ha vivido tu madre el éxito de su hijo?
Mi madre me hace mucha gracia porque me llama y me dice: “Hoy he ido a comprar y todo el mundo me dice que te ha visto en la tele”. Ella ha vivido mi momento más importante a nivel televisivo, que fue cuando trabajé en Cámbiame.
Tu carrera ha estado muy marcada, desde tus inicios, por ser el peluquero de Sara Montiel ¿Qué hubiera pasado si ella no hubiera aparecido en tu camino?
Creo que igualmente hubiera conseguido llegar a donde estoy. Si no hubiese sido por Sara hubiera conocido a otra persona. Yo tenía claro que quería que el mundo viera lo que yo hacía.
En nuestra anterior entrevista nos comentaste que Sara te abrió muchas puertas y que también te cerró otras, ¿las tendrías abiertas si no hubieras trabajado con ella?
A mí siempre me ha molestado muchísimo que me lla’maran ‘el peluquero de Sara Montiel’, en tono despectivo. Yo, con los años, me he dado cuenta estuve trabajando con una tía muy grande… Recibía muchos noes por estar con ella, pero ostras, es un mito. Ahora me llaman muchos programas para contar conmigo para hacerle un homenaje. Ella se murió conmigo… Tenía que llevarle unas pelucas y falleció estando yo allí.
Después de tantos años en televisión, ¿te gustaría tener tu propio formato?
Me gustaría hacer un formato en el que se le diera visibilidad a tantos peluqueros, maquilladores y estilistas, que tenemos tan buenos en este país. Una especie de Maestros de la Costura pero que englobase un poco todo. Tenemos tanto arte…
Conoces perfectamente este medio ¿te da miedo que tu vida pueda convertirse en interés para la prensa?
Recuerdo en mi época de Cámbiame que salía diariamente en televisión y empezaron a reconocerme mucho por la calle, hasta tal punto que uno me pilló desnudo en una playa mientras me cambiaba un bañador.
Trabajas con las presentadoras más famosas de la televisión ¿cuál es el truco para que además ser clientas también se conviertan en grandes amigas?
Yo tengo grandes amigas que son conocidas, luego tengo clientas muy buenas, que son conocidas, pero que no son amigas, y luego tengo clientas famosas que no son amigas ni conocidas. Tengo una manera de ser muy cercana. Con la última que me pasó fue con Charo Vega. La miré y desde el primer minuto hubo feeling.
¿Eres muy selectivo con tus amigos?
Sí. Antes me hacía amigo de todo el mundo… Yo he regalado trabajos a todos y ahora estoy en una etapa de mi vida en la que ya no regalo nada. Mi padre siempre me lo decía: “La gente puede decir, qué bueno es Manolo, pero qué barato cobra o qué bueno es Manolo, pero es carísimo”. Te atrae más y te valoran más si es carísimo.
¿Se han aprovechado mucho de tu buen hacer?
Yo he regalado muchísimo mi trabajo. He trabajado muchísimo y siempre gratis. Mi padre me decía que no tenía ni para la gasolina, pero yo le respondía que yo sabía lo que hacía. Tampoco era bueno regalar. Yo he tenido a supuestas amigas que les he estado regalando el trabajo durante años porque estaban mal económicamente y cuando he visto que ya podían les he cobrado y han dejado de venir, y me han eliminado de sus redes sociales. Ahora, con 44 años, intento regalar mi trabajo a quién yo quiero y a quién me sale a mí del corazón.
Por ahí iba mi siguiente pregunta. Has abierto tu nuevo salón y sacado tu nueva línea de productos en plena pandemia, ¿valentía o coincidencia?
La vida es de los valientes. Terminé el confinamiento y tenía claro que era el momento de dar el salto. ¿Por qué? Porque los locales estaban más baratos. Encontré un local en la calle Villanueva 41, que no puede ser mejor calle. Yo quería estar donde estaban los grandes, en el barrio de Salamanca. Ahora tengo muchos gastos. Tengo un salón mucho más grande, he sacado mis productos, tengo una plantilla de trabajadoras que saqué del ERTE… Por eso y muchas otras razones he decido que no lo regalo.