Estos días hemos visto cómo unas palabras de Carmen Lomana hacia Isabel Preysler encendían la polémica entre ambas y en las tertulias de televisión han salido partidarios y detractores de ambas socialités, pero mucho antes de este cisma en el mundo del corazón vivimos otros grandes enfrentamientos.

Hoy repasamos algunas de las grandes guerras públicas entre famosas de nuestra crónica rosa que nos regalaron momentazos que ya forman parte de la historia de nuestro papel cuché. Desde actrices, pasando por copleras y hasta princesas y primeras damas, ninguna se escapó de protagonizar alguna sonada salida de tono. 

 

Sara Montiel y Marujita Díaz en un fotomontaje de SEMANA

Sara Montiel y Marujita Díaz en un fotomontaje de SEMANA

Foto: GTRES

 

Sara Montiel y Marujita Diaz  

María Antonia Abad Fernández y María del Dulce Nombre Díaz Ruiz fueron las protagonistas de una relación amor-odio que se alargó durante décadas. Quizás llamándolas por sus nombres de pila la historia no os diga mucho, pero si os decimos que son Sara Montiel y Marujita Díaz la historia ya cambia. Díaz y Montiel desarrollaron sus carreras de forma paralela, alguna con más éxito que otra, pero coincidieron lo suficiente para forjar además una amistad. Sara siempre contaba con cariño cómo su amiga Maruja en el peor momento de su vida, la muerte de su madre, se había portado con ella como una auténtica hermana.

Con la llegada de los 2000 esta amistad saltó por los aires cuando Sara se casa con el cubano Tony Hernández y se olvida de invitar a su querida amiga Maru, algo que la vedette no olvidó ni perdonó. A partir de ese momento ambas protagonizaron una suerte de peregrinación por los platós de A3Bandas, Salsa Rosa, DEC y otros programas de la época donde ambas nos regalaron, con más humor que rencor una colección de peleas públicas para la posteridad. Muchos recuerdan esta época de ambas como un declive innecesario en sus carreras con tal de seguir acaparando minutos de pantalla, pero con la distancia del tiempo no puedo más que discrepar. Nos regalaron momentos épicos y en cierto modo sirvió para que generaciones que no las conocieron en activo se interesaran por sus figuras. Aunque se dijeran de todo en los platós aun recuerdo perfectamente la imagen de Marujita deshecha llegando al domicilio de Sara el día de su fallecimiento y es que pocas cosas duelen más que la muerte de una enemiga íntima.

 

 

Jackie Kennedy y Grace Kelly en un fotomontaje de SEMANA

Jackie Kennedy y Grace Kelly en un fotomontaje de SEMANA 

Foto: GTRES

Jackie Kennedy y Grace Kelly

La Feria del abril de 1966 será para siempre recordada en Sevilla por la guerra encarnecida que se vivió entre dos estrellas internacionales que coincidieron en la ciudad hispalense. Por un lado, Jackie Kennedy, tres años después del asesinato de su marido, era la invitada de honor de la Duquesa de Alba para conocer de primera mano la feria. Por aquel entonces también se rumoreaba que Jacqueline podría estar viviendo un romance con Antonio Garrigues, embajador del régimen del dictador Franco ante la Santa Sede. La otra contendiente de esta sonada disputa pública fue la princesa Gracia de Mónaco, en otro tiempo conocida como Grace Kelly, que, junto a su marido el príncipe Rainiero, habían sido invitados por el Ayuntamiento de Sevilla.

El fruto de este odio mutuo que se profesaban las dos mujeres muchos señalaban que podía encontrarse en que Grace y el fallecido J. F. K. habrían tenido un affaire en su juventud, cosa que la propia actriz negó años más tarde. La realidad es que el día que asesinaron a John Fitzgerald Kennedy los príncipes de Mónaco se encontraban en una recepción en Estados Unidos y en lugar de cancelarla siguieron con lo prevista, algo que a Jackie le pareció de muy mal gusto. Durante la estancia de las dos socialités en Sevilla fue palpable la fala de química entre ambas en las tres apariciones públicas que compartieron. No se dirigieron la palabra, no intercambiaron ningún saludo y no llegaron ni a cruzar miradas. La peor parte de esta situación se la llevó Cayetana de Alba, amiga de ambas, que vivió esa semana dividiéndose entre su invitada de honor y sus amigos Gracia y Rainiero.

Jackie y Kennedy ignorándose en el Baile de Debutantes de la Casa de Medinazeli, 1966

Jackie y Kennedy ignorándose en el Baile de Debutantes de la Casa de Medinazeli, 1966

Foto: GTRES

Las Piquer y Rocío Jurado

Rocío Jurado siempre presumía de tener muchas amigas entre sus compañeras de profesión. Sin ir más lejos, su amistad con Lola Flores, a la que consideraba su comadre, fue legendaria hasta el fin de sus días, pero hubo una relación que se le atragantó desde su juventud. Cuentan que, al llegar a Madrid, la joven chipionera fue recibida por una de sus ídolas en su piso de la Gran Vía. La ídola en cuestión era Concha Piquer. Durante la recepción que le brindó, Rocío se arrancó a cantar uno de los temas de la Piquer acompañada al piano por un músico de Concha y al acabar la interpretación la reina de la copla quedó tan impactada por la poca vergüenza de la Jurado que la reprendió aludiendo a que si se apoyaba así encima de su piano se lo iba a rayar.

 

Concha Piquer, Rocío Jurado y Concha Márquez Piquer en un fotomontaje de SEMANA

Concha Piquer, Rocío Jurado y Concha Márquez Piquer en un fotomontaje de SEMANA

Foto: GTRES

Aquel encontronazo en casa de la Piquer marcaría el posterior devenir de la relación entre ambas artistas. Años más tarde Rocío, preguntada por Lauren Postigo, pronunciaría la famosa frase de “yo sé que soy más larga que Concha Piquer” aludiendo a que ella era capaz de defender más palos artísticos sobre un escenario. Esas palabras volverían a servir la polémica que en este caso haría que entrase en juego Concha Márquez Piquer, la hija de la reina de la copla, contestando que “Rocío se referiría a que tiene más largura de busto o de pie, que calza un 43”. La relación entre estas dos sagas nunca se recondujo y era común cada cierto tiempo que ambas estrellas cruzaran indirectas en la prensa de la época. Como veis, nuestras famosas de ahora no han inventado nada en esto de echarse los trastos a la cabeza y como todo en la vida, una folclórica lo hizo ya antes.