Raquel Mosquera a comienzos de esta semana y de manera repentina ha echado el freno de mano en todo lo que concierne a Rocío Carrasco. Si bien hace solo unos días confesaba sentirse fuerte, pero triste después de todo lo dicho sobre Pedro Carrasco, la empresaria ha dado un paso atrás. No quiere dar declaraciones ni pronunciarse sobre las acusaciones vertidas sobre ella, tampoco dar más titulares. No obstante, sí lo hizo en el año 2016 en las memorias exclusivas a SEMANA, confesiones en las que se detuvo, entre otros momentos, en la desaparición de su marido. Tras la muerte del boxeador a los 57 años y ya como viuda, la peluquera siguió viviendo durante un año y medio en el piso madrileño del Paseo de la Habana, una etapa que ella recuerda, además de con dolor, con mucho terror.
"Por las noches recibía unas llamadas inquietantes: nadie respondía, solo se escuchaba una respiración. Desde luego no era lo más conveniente para mí y lo denuncié en comisaria, pero las llamadas se cortaban antes de poder localizarlas. Ignoro quién las haría, si sería alguien que quisiera crearme inquietud y confieso que llegó a conseguirlo, dado como yo me encontraba, psicológicamente frágil y en tratamiento", dijo Raquel Mosquera a SEMANA. Esta situación le llevó a tomar la decisión de abandonar la casa en la que vivió junto a su marido sus últimos años de vida, una determinación que no habría querido tomar, según nos explicó Mosquera a esta revista. Raquel aseguró que allí se sentía cerca de él y estaba hecha a la casa, por lo que "de corazón" no quería dejar atrás esa vivienda. "Era como cortar mi vida con Pedro", apuntó a este medio Raquel Mosquera.
Sin embargo, los temores ante estas llamadas en plena noche la llevaron a decir adiós para siempre a la casa en la que fue tan feliz junto a Pedro. Los mismos muros en los que falleció el padre de Rocío Carrasco. A pesar de que había acordado un usufructo de la casa de seis años cuando, según su versión, le correspondían 16, al poco tiempo comunicó su salida del piso del Paseo de la Habana. "Empecé a plantearme la posibilidad de irme, porque iba a tener que salir en poco tiempo, según en lo estipulado, que no hubiera sido tan poco, sino diez años más de haber hecho lo correcto y las cosas bien. Me decidí al saber por mi amiga María que al lado de su casa se quedaba un chalet a muy buen precio, que vendía una pareja que se separaba. Lo compré y el piso de La Habana así se quedaba libre para que su dueña, Rocío Carrasco, hiciera uso de él. Nunca, en ningún momento, se alquiló el piso de Pedro", explicó en nuestras memorias exclusivas. Aunque la hija de Rocío Jurado le dijo que su intención era que se lo quedaran sus hijos, Rocío y David, a los pocos meses lo vendió. "Me sentí como una auténtica idiota y me cogí una rabieta porque llegué a creer que lo quería para ellos", dijo Mosquera al recordar ese momento.