Hace dos décadas fue el presentador estrella de Telecinco. Javier Sardá fue líder absoluto de audiencias entre 1997 hasta 2005 con 'Crónicas Marcianas', un programa que marcó un estilo propio, así como un antes y un después, en la historia de la televisión. Nunca ha dejado de trabajar, aunque su fama ya no es la de antaño. "Los tres últimos de 'Crónicas' tuve que ir con escolta. Son temas muy serios", ha recordado en 'Palo y astilla', el programa que presenta Mamen Mendizábal en La Sexta. A sus 61 años, el periodista prefiere esta faceta sosegada, tanto a nivel personal como profesional. Cuando echa la vista atrás valora más su faceta como hijo o como padre que la de personaje mediático.
"Rosa María nos coge de la mano"
En la entrevista, que fue grabada poco antes de la muerte de su hermana, Rosa María Sardà, el catalán habla con mucho cariño de la actriz: "Conocer a tu hermana y verla en el escenario son dos realidades distintas". Gracias a ella pudo conocer de cerca el trabajo la interpretación. "Yo no hubiese podido hacer nada de lo que he hecho si no hubiese tenido el aprendizaje de ver cómo los profesionales de esto trabajaban, fue una lección de profesionalidad", apuntaba. También ha contado que antes de trabajar en televisión tenía dudas de formar parte del medio, ya que "sabía lo que era ser famoso como Rosa María o Josep María Mainat, de La Trinca, que era su esposo".
Sardá revelaba que, en el seno de su familia, su padre y su hermana Rosa María llevaban "la voz cantante" tras la muerte de su madre. "Rosa María nos coge de la mano a nosotros y nosotros la acompañamos con nuestras manos, estamos muy cerca. Suerte que he tenido hermanos, es una gran suerte", decía.
El catalán ha narrado algunas escenas de su infancia, marcada por la presencia de unos padres que se marcharon pronto, pero que dejaron una huella imborrable en su vida. "Mi padre nos enseñó una cosa, que es la prudencia. Yo no soy muy prudente, pero sí la prudencia entendida como educación... La calidad humana no tiene que ver con la educación formación cultural. Mi padre tenía auténtica calidad humana".
"De algún modo siento que mi padre sigue aquí"
"No soy creyente, pero sí creo que los padres te enseñan a mirar el mundo. Los árboles los sé mirar porque era la pasión de mi padre", añadía. "De algún modo siento que mi padre sigue aquí porque la pasión por la naturaleza es heredada y vista a través de sus ojos. En esto sí creo". Al recordar a sus padres, Sardá lamentaba su temprana muerte. "Mis padres tuvieron poca durabilidad. Ahora les diría que no se vayan con tanta premura, que procuren durar más".
También rememoraba una de las sorpresas que le dio su progenitor cuando era un adolescente. "Mi padre era viudo y trabajaba en una empresa de productos químicos. Había gente que tenía más posibles". Pero un día decidió regalarle un coche. Algo que no tenía todo el mundo entonces. Fue un gesto que no olvidará.
"He trabajado mucho. Sí, he trabajado más que he amado. Y eso que he hecho bastante el amor. He sido injusto con algunas de mis exparejas. A veces estás en los sitios pero no estabas", ha contado al hablar de su faceta menos conocida: su vida amorosa. Sardá, que se define como una persona intensa ("me apasiona todo, me enfado por todo"), contrajo matrimonio en 2006 se casó con la que había sido su peluquera en 'Crónicas Marcianas', Ana Gutiérrez. El día de su boda bromeaba: “Ahora soy el marido de la peluquera”, en referencia a la película francesa homónima. "Mi talento es trabajar mucho. Mi privilegio es que gente con la que trabajé esos años siguen siendo amigos", ha reconocido.
"Me gustaría que me recordasen como un padre bueno"
"¿Piensas en el futuro?", le ha preguntado Mendizábal. "No sé por qué, pero me preocupa el futuro del país. Seguro que es una cosa de persona mayor. Me preocupa España, me preocupa Cataluña. Deberíamos ver este país con los ojos de los inmigrantes. Si fuésemos capaces de ver a España con sus ojos nos gustaría más". Una de las últimas preguntas que ha formulado la periodista era: "¿Como te gustaría que te recordáramos todos?". Su respuesta era: "Mariano de la Cruz, que era psiquiatra y crítico taurino, decía que era muy difícil describir en qué consiste ser un buen padre, pero sí se sabe que es ser un padre bueno. Una buena persona. Me gustaría que me recordasen así, como un padre bueno, un marido bueno, razonable... un amigo bueno".