No llegó a cumplir los tres años como primera dama de los Estados Unidos, pero ha sido la única que ha pasado a la historia y que todavía permanece en el recuerdo de muchas generaciones. Jacqueline Kennedy fue una de las mujeres más admiradas del siglo XX, cuyo legado, especialmente en el mundo de la moda, permanece todavía muy vigente. Sus gafas de sol XXL, los collares de perlas, los sombreros pillbox, la sencillez de sus trajes o los colores pastel serán eternos.
Jackie Lee Bouvier nació en 1929 en Southampton (Nueva York), en el seno de una familia de la alta sociedad norteamericana, aunque su padre tenía ascendencia francesa. De aspecto frágil y delicado, su gran personalidad y fuerte carácter quedó patente desde que era una adolescente.
Junto a su especial físico (no era una belleza al uso, pero sí poseedora de un estilo indiscutible), Jackie destacó por su brillantez e inteligencia. Estudió en la Universidad de Washington y se decantó por el periodismo, tras ganar un concurso de ensayos en una revista francesa.
Jackie Lee Bouvier: una joven muy popular en a alta sociedad neoyorkina
Tenía solo 22 años y ya era una de las jóvenes más populares de la alta sociedad, habitual de las fiestas más exclusivas, y perteneciente a la pandilla de ‘chicos bien’ de la ciudad, entre los que se encontraba un prometedor congresista llamado John Fitzgerald Kennedy.
Fue precisamente un amigo común, el periodista Charles L. Bartlett, quien los presentó en una cena en mayo de 1952: "Conocí los gustos de Jack en materia de mujeres y me pareció que le agradaría Jackie, porque no se parecía a ninguna otra", confesó en un libro sobre Kennedy.
Comenzaron una relación, que desde el primer momento contó con el visto bueno del padre de John, Joseph Kennedy, quien vio en esa joven a la candidata ideal para ser la esposa de un presidente de los EE.UU., cargo que estaba seguro que algún día alcanzaría su hijo. Era educada, culta, distinguida, inteligente, diplomática... La mujer perfecta. Más complicado le fue ganarse el cariño de la matriarca del clan, Rose.
La boda de Jackie con John F. Kennedy
John estaba entonces más preocupado por su carrera política y no mostraba demasiada pasión por Jackie, que seguía trabajando como periodista y viajó a Londres para cubrir la coronación de la reina Isabel II para el Washington Times Herald. La distancia hizo reaccionar a Kennedy quien le mandó un telegrama: "Vuelve pronto. Te echo de menos".
Poco después de su regreso anunciaron el compromiso, y el 12 de septiembre de 1953 se casaron en Newport, Rhode Island, ante 700 invitados y con una posterior recepción en Hammersmith Farm, la finca del padrastro de Jackie, a la que asistieron 1.200 personas. Un almuerzo en el que tomaron ensalada de frutas, pollo a la crema, pudding con helado, y los novios cortaron una tarta nupcial de seis pisos.
La novia lució un vestido marfil en tafetán de seda, con escote de hombros caídos y una falda de corte princesa confeccionada con casi 50 metros de tela, de la diseñadora afroamericana Ann Lowe. Como complementos, llevó un velo rosa en punto de encaje herencia de su abuela, sujetado con ramilletes de flores de azahar.
A pesar de su estilo desde jovencita, Jackie todavía no había destapado su verdadera esencia y no se sintió demasiado identificada con su look nupcial. Años después diría que se veía como "la pantalla de una lámpara" con un vestido tan recargado.
Jackie Kennedy, un icono de estilo
El 20 de enero de 1961 John F. Kennedy se convirtió en el 35º presidente de los EE.UU. y en ese momento también nació el mito de Jackie Kennedy. Antes habían sido padres de dos hijos (Caroline y John), y Jackie había tenido un aborto (otro de los hijos murió dos días después de nacer cuando ya estaban en la presidencia).
La pareja presidencial proyectaba al mundo la imagen de la ilusión en la política y el ideal familiar, aunque la aparente felicidad de la pareja escondía mucho dolor e insatisfacción.
Instalada en la Casa Blanca, se convirtió en un icono. Su impecable estilo, gracias a la mano maestra de Oleg Cassini, dio la vuelta al mundo. Sin embargo, la mujer admirada por todos vivió su particular infierno en el ‘reino de Camelot’ por las constantes infidelidades de John.
Kennedy tenía una bien merecida fama de donjuán que no había dejado durante el noviazgo, ni tampoco pensaba hacerlo en el matrimonio. Su apetito sexual insaciable y compulsivo le llevó a buscar amantes nuevas de forma constante, algo que en aquello época no estaba nada mal visto. Entre sus célebres conquistas destaca por encima de todos la mítica Marilyn Monroe.
El asesinato de John Kennedy
Sin embargo, el gran drama de su vida llegó con el asesinato del presidente JFK el 22 de noviembre de 1963 ante su presencia. Un shock mundial. La pareja presidencial acababa de aterrizar en Dallas y se subió en un Lincoln X-100 descapotable para dirigirse al centro de la ciudad. Jackie, sentada al lado de su marido, vestía un traje rosa confeccionado en bouclé, un tejido de tweed, que parecía de Chanel, pero que en realidad era una versión confeccionado por la firma neoyorquina Chez Ninon. En esa época las primeras damas estadounidenses no podían llevar ropa de diseñadores extranjeros.
Cuando el coche se encontraba en la Dealey Plaza recibió tres disparos. El primero impactó en la acera y los otros dos en el cuerpo del presidente Kennedy, uno de ellos en la cabeza y fue mortal.
Tras el tiroteo, el Lincoln abandonó a toda prisa el lugar rumbo al hospital: "El resto del camino fui abrazada a John, sujetándole la cabeza para impedir que se le saliera el cerebro", afirmó Jackie, cuyo traje ensangrentado, aseguran, que no se quitó hasta el día siguiente cuando regresó a la Casa Blanca.
Una imagen para la historia en el funeral del presidente
Tres días después se celebró el funeral oficiado por el arzobispo de Boston, el cardenal Richard Cushing, amigo personal de Kennedy, quien había casado a John y Jackie, bautizó a sus dos hijos y también había oficiado el funeral de su hijo Patrick, fallecido quince semanas antes que su padre.
Para la historia ha quedado la foto de Jackie totalmente vestida de negro y con el velo cubriéndole la cara junto a sus dos hijos, y el saludo militar del pequeño John, de tres años, al paso del féretro de su padre.
Jackie Kennedy se convierte en Jackie Kennedy Onassis
Convertida en la viuda más famosa, su siguiente paso tampoco dejó indiferente a nadie al casarse en 1968 con Aristóteles Onassis, un multimillonario griego que no contaba con el ‘pedigrí’ que de ella se esperaba, pero que era el hombre más rico del momento, y había abandonado a la gran diva de la ópera María Callas por ella.
El hijo de Onassis, Alexander, definió así la unión: "Mi padre adora los apellidos y Jackie adora el dinero". Tampoco su hija Cristina aceptó nunca a su madrastra.
A pesar de que el matrimonio no fue feliz solo se rompió con la muerte de Onassis en 1975. Por segunda vez se convertía en la viuda más famosa del planeta.
Jackie Kennedy Onassis comenzó entonces otra nueva vida en Nueva York.
Trabajó en una editorial y pasados unos años comenzó una tranquila historia con el que sería su última pareja, el inversor Maurice Tempelsman.
La muerte de Jackie y nacimiento de un mito
Murió el 19 de mayo de 1994 debido a un cáncer llamado linfoma no hodgkiniano. Su hijo John F. Kennedy Jr. fue el encargado de dar la noticia: "Falleció rodeada de sus amigos, su familia, sus libros, y de la gente y las cosas que más amaba".
Fue enterrada junto a su marido, John Kennedy, y su hijo Patrick en el cementerio de Arlington. No llegó a vivir la muerte de su hijo John, el 16 de julio de 1999 en las aguas del océano Atlántico frente a la costa de Martha's Vineyard, cuando se estrelló la avioneta que pilotaba. Con él también viajaban su mujer, Carolyn Bessette, y su cuñada. La tragedia todavía aumentó más el mito de la "maldición de los Kennedy"
Con la muerte de Jackie Kennedy Onassis no desapareció su influencia. Al contrario, todavía hoy sigue siendo uno de los grandes iconos del mundo de la moda.