A Beatriz Arrastia, la madre de Isabel Preysler, se la conocía en la familia como Beba. Tuvo una vida larga, falleció con 98 años, pero a pesar de la alegría de disfrutar de los suyos durante décadas, su existencia estuvo también marcada por la pérdida de tres de sus seis hijos.
Cada una de aquellas desgracias familiares empujó a Beba a tomar decisiones que años más tarde su hija más famosa calcaría al educar a sus propios vástagos. Un buen ejemplo de ello se encuentra en la perfección y elegancia que suele lucir el elenco femenino del clan Preysler en sus apariciones públicas. Podría parecer natural, pero es fruto de un intenso aprendizaje.
Desde Tamara Falcó a Ana Boyer, las hijas de la reina de corazones destacan el valor que su madre concede a las cosas bien hechas, a decir la palabra adecuada, lucir el dress code perfecto, mantener una conversación y apariencia impecable… Una exigencia altísima que pasa por su persona y que incluye algo que no puede soportar de ella misma. Y todo ello responde a lo que Beba le exigió a su propia hija desde que era pequeña.
Isabel Preysler tuvo en Manila la educación que toda niña bien de su época podía aspirar: colegio religioso de monjas de la Asunción y pocas fiestas. Pero también era la chica más guapa del lugar y tenía otros planes que solían desarrollarse en desfiles benéficos de moda y visitas más o menos secretas al club de polo.
Los orígenes de la familia de Isabel Preysler
Su padre, Carlos Preysler de Tagle fue gerente de Philippe Airlines y delegado del Banco Español de Crédito en Manila, y su madre, Beatriz Arrastía Reinares, era la dueña de una agencia inmobiliaria. Su nivel de vida, sin ser de los más elevados, era lo suficiente como para ganarse un hueco en la sociedad, pero ese hueco había que mantenerlo con una sonrisa, a pesar de los problemas que pudieran sufrir la familia de puertas adentro.
Tanto Beatriz Arrastia como Isabel Preysler tenían una poderosa arma para enseñar a sus hijas el difícil arte de ser impecable: el ejemplo. Beba era un referente de elegancia en la sociedad filipina y su hija calcó ese rol en la española. Con semejante bagaje, nadie esperaba menos de las hijas de Isabel y se puede asegurar que lo han conseguido… aunque a veces sea más sencillo llegar a cumplir los estándares de la sociedad que los de la propia Isabel Preysler.
El perfeccionismo y exigencia de Isabel Preysler
“Mi madre es muy dura con todos, pero más consigo misma… tiene un perfeccionismo… Aunque sé que lo hace por mi bien”, explicó Tamara Falcó en el programa de Antena 3, El novato. Y al hablar así de ella confesó la segunda gran enseñanza que Beatriz Arratia marcó a fuego a su hija Isabel y que ésta ha trasladado a sus hijas: proteger a la familia, en especial a los hijos.
Qué aprendió Isabel Preysler de Beatriz Arrastia
Puede que la abuela Beba fuera una mujer entrañable de misa diaria, amante de la música y anglófona. Pero cuando su familia añade un poco de contexto a esa definición se le queda corta. Su nieta Tamara aseguró que de joven, y como madre, Beba era “tremenda”. Tanto que fue la responsable de alejar a sus hijas de Manila, haciendo suya la máxima de “a grandes males, grandes remedios”.
Uno de esos grandes remedios que tuvo que aplicar en su gestión familiar fue decidir enviar, el 21 de febrero de 1969, a una joven de 18 años recién cumplidos llamada Isabel Preysler a vivir a Madrid. Aquella Isabel adolescente vivía enfrentada al férreo marcaje materno.
El objetivo de Beatriz Arrastia al “exiliar” a su rebelde hija de Filipinas era doble, de una parte alejarla de los problemas con las drogas que estaban viviendo la sociedad filipina en ese momento y que acabó con la vida de dos de sus hermanos; de otro que no volviera a ver al playboy con el que su hija se había fugado a una isla privada. Aunque esto último no le salió bien, porque en Madrid Isabel conoció a Julio Iglesias.
La siguiente lección que pasó de madres a hijas en el clan de los Arrastia-Preysler es sin duda, a lo hecho, pecho. El embarazo prematuro de Isabel acabó en boda aún más prematura y exilio en Portugal incluido para que nadie pudiera hacer cábalas sobre la precipitada fecha de nacimiento de Chabeli Iglesias.
La actitud de “aquí no ha pasado nada” de cara a la galería que su madre, como buen animal social que era, le enseñó a mostrar a Isabel de puertas afuera desde edad temprana hizo que a su regreso a España la “Preysler” fuera portada de revista y manejara la situación a la perfección. Justo el mismo buen hacer con la prensa que demostró Tamara Falcó cuando su ahora esposo cometió aquella micro infidelidad de un “nanosegundo en el metaverso”o Ana Boyer cuando adelantó su boda un día para que su exclusiva no quedara deslucida por un chaparrón caribeño.
Pero si algo destaca sobre todas las lecciones aprendidas en esta familia es el arte de cuidar de los suyos, especialmente de los más pequeños. Así como Beatriz Arrastia hizo todo lo que pudo para proteger a sus hijos, Isabel Preysler lo ha hecho para defender a los suyos. Por ello no dudó en mudarse a Estados Unidos, aunque su matrimonio con Julio Iglesias ya no estaba en su mejor momento, cuando en 1981 ETA secuestró al padre de su marido.
Y por eso se convirtió en el mejor apoyo de su sobrino cuando su madre falleció de un cáncer. O por eso las puertas de su casa siguen abiertas de par en par a cualquiera de sus hijas para que puedan hacer vida allí siempre que quieran, sea porque han emprendido un nuevo proyecto laboral en España, como Chabeli Iglesias, o sea porque su marido se encuentra fuera de la ciudad, como le sucede a Tamara Falcó. La familia es lo más importante para los Preysler y esa lección la trajeron bien aprendida desde Filipinas gracias a la matriarca del clan.