La inesperada y trágica muerte de Francisco Rivera, “Paquirri”, en la plaza de toros de Pozoblanco el 26 de septiembre de 1984 fue el pistoletazo de salida de una de las disputas por herencia más aireadas en las portadas de las revistas del corazón: la que enfrentó a Isabel Pantoja con la primera mujer del torero, Carmen Ordóñez, “la divina”.
La relación de ambas mujeres hasta ese momento no se puede decir que fuera de lo más fluida, al fin y al cabo eran otros tiempos y Paquirri había pedido la nulidad de su primer matrimonio para poder casarse por segunda vez. Pero existía un ánimo de no enfrentarse por el bien de los hijos de Carmina y en pro de mantener un matrimonio sin problemas en el caso de Isabel Pantoja. Años más tarde sería Francisco Rivera Ordóñez en la televisión quien hablara de cómo la tonadillera jamás les trató bien ni estando vivo ni estando muerto su padre, pero eso es otra historia.
La realidad, al menos de cara a la prensa, es que entre las “dos mujeres” de Paquirri existía un mutuo entendimiento hasta incluso el día de su muerte. En aquel momento, Carmina Ordóñez, mucho más dada a la exclusiva y a aparecer en medios, dio múltiples señales de reconocimiento al dolor de Isabel Pantoja, que quedaba viuda y había sido madre recientemente.
Carmina Ordóñez e Isabel Pantoja, del respeto en el funeral al la lucha en los medios de comunicación
Sus declaraciones en la prensa así lo demostraban. “No he pensado en llevar luto por Francisco, su viuda es Isabel” o “Isabel es una mujer rota por el dolor” son algunos de los titulares que concedió la divina en los primeros muertos después del shock de la muerte de Paquirri. Después habló de cómo las dos mujeres, hermanadas por la pena, habían prometido sobre las cabezas de sus hijos pequeños que los criarían en buena sintonía: “He visitado [a Isabel] horas después y deseamos que nuestros tres hijos crezcan unidos como tres hermanos”.
Pero aquellos buenos sentimientos se disolvieron como lágrimas en la lluvia en cuanto apareció un nuevo factor en la escena de dolor que fue aquel duelo mediático: “No sé nada de la herencia”, confesó también en los medios Carmina. Y comenzó la batalla.
La larga disputa de Isabel Pantoja y Carmen Ordóñez por la herencia de Paquirri
En cuanto se mencionó la herencia del torero gaditano en los medios, las relaciones entre la tonadillera y la familia del mismo se enquistaron. De hecho, la prensa de la época recoge cómo el hijo de Isabel Pantoja ni siquiera conocía a su abuelo paterno, Antonio Rivera, que afirmaba en la prensa rosa. “Quiero ver a mi nieto Paquirrín antes de morir”.
Los hijos de Carmina Ordóñez, para su desgracia, también entraron en ese drama familiar. La herencia de su padre se repartió, finalmente, al límite de cumplirse el plazo legal para hacerlo, el 24 de septiembre de 1987. Carmina no estuvo de acuerdo con aquel reparto y declaró al salir del juzgado que había firmado su conformidad “entre la espada y la pared”.
Según aquel primer reparto, al hijo de Isabel Pantoja le correspondió el 45% de los bienes y la finca Cantora. Sus hermanastros mayores, los hijos de Carmen Ordóñez, se quedaron con la finca Los Rosales y otra más pequeña y valiosa que tuvieron que vender para poder hacer frente a la parte de las deudas del torero que les tocó subsanar.
La gota que colmó el vaso: los bienes de valor sentimental de Paquirri, robados
Fueron los bienes con valor sentimental del torero los que abrieron una brecha entre ambas mujeres: estoques, trajes de luces o la capilla portátil en la que el diestro rezaba sus últimas oraciones en el hotel antes de ir a la plaza que deberían haber llegado a sus hijos mayores, pero que nunca llegaron. Poco se sabe de lo que fue de otras posesiones, como las acciones en una empresa de Miami o las inversiones en Venezuela.
Ni corta ni perezosa Carmina Ordoñez concedió una entrevista en SEMANA en la que denunciaba este trato desigual. Sus hijos no tenían los recuerdos de su padre y, lo que era aún más importante, tampoco se sabía nada del patrimonio que el torero había generado en América. Ante semejante situación, decidió llevar su caso a los tribunales.
“A mis hijos la viuda de su padre debía haberles entregado objetos que estaban en su poder y que les correspondían a ellos. Esos son los problemas que han hecho que yo ponga una demanda”, afirmaba tajante para continuar, “Sigue sin aparecer lo de América, y sin eso no se puede hacer un reparto justo […] Es dinero en metálico, no se sabe cuánto. Lo sabrán los que lo tienen”, sentenciaba.
Las denuncias públicas de Carmina Ordóñez por lo que consideraba una injusticia notoria no cesaron durante años. En 1990 protagonizó la portada de la revista Blanco y Negro del ABC con el titular: “Isabel Pantoja ha hecho llorar a mis hijos” y continuaba hablando sobre la tonadillera en los mismos términos. La exclusiva coincidió con el acto de conciliación previo al juicio por la demanda que había interpuesto contra la viuda. Pero Isabel Pantoja no compareció a esa conciliación cerrando la puerta a cualquier arreglo pacífico.
Con el proceso judicial siguiendo su curso, Carmina confesaba “si no fuera por mis hijos, yo no me hubiera metido en este juicio. Ellos me lo piden todos los días. A mí me da igual tener o no un capote de Paquirri en casa, no salgo beneficiada para nada. Todos estos desvelos son por mis hijos”.
La paz entre Carmina Ordóñez e Isabel Pantoja que quedó grabada en el andén del AVE
A pesar de los juicios y las denuncias públicas, aún le quedaban arrestos a Carmina para reclamar que ella no tenía nada en contra de Isabel Pantoja. “Yo no tengo que reconciliarme con Isabel Pantoja. Personalmente, no tengo nada contra esta señora, lo que ocurre es que le ha hecho mucho daño a mis hijos, los he visto llorar por su culpa”.
Con semejante panorama no es extraño que cada vez que se cruzaban ambas mujeres y compartían el mismo oxígeno, este hecho se transformara en noticia. Si las dos iban al Rocío, noticia. Si Isabel Pantoja bailaba con Ernesto Neira, más noticia. Si coincidían en Semana Santa en Sevilla, noticia. Si pasaban por la misma calle de Madrid para ir a la misma tienda a pesar de que fuera a horas distintas, pues más de lo mismo…
No ayudó a calmar las aguas que Isabel Pantoja declarara, tras perder el juicio contra Carmina Ordóñez, que todos esos objetos que la reclamaban se los habían robado. O que en 1998 su hijo Kiko entregara a Fran Rivera, en vísperas de su boda con Eugenia Martínez de Irujo, uno de los objetos reclamados en aquella demanda y supuestamente desaparecidos en el robo.
Paradójicamente, descubrir la verdad sobre el supuesto robo en La Cantora calmó las aguas. Tanto que las imágenes distorsionadas y borrosas de las cámaras de televisión asistieron a un hecho insólito en el andén del AVE de Sevilla. Carmina Ordóñez e Isabel Pantoja se encontraron cara a cara, ¡y se saludaron con dos besos en las mejillas! Jamás dos besos en las mejillas representaron tanto para la prensa del corazón.