Ser famoso tiene sus aspectos positivos, pero también muchos negativos. Bien lo sabe ahora Irene Rosales, que desde que iniciase su relación con su ahora marido, Kiko Rivera, ha descubierto, muy a su pesar, las dos caras de esta misma moneda. Si ha gozado de las mieles de la fama, también tiene que convivir con el aspecto más negro de su popularidad, como puede ser víctima de comentarios denigrantes por parte de personas anónimas, que aprovechan las redes sociales para atacar donde más duele.
Es por ello que Irene Rosales, cansada de ser diana injustificada de ataques despiadados por parte de algunos de sus seguidores, ha decidido no solo denunciarlo de forma pública en sus redes sociales, sino también poner el asunto en manos de la policía y sus abogados. Con ello, trata de frenar a otras personas que se decidan a seguir sus pasos y aprovechar el anonimato para insultar y denigrar a otros en las redes.
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Irene Rosales se ha cansado de los ataques
Irene Rosales no está dispuesta a dejar que personas a las que no conoce de nada se permitan el lujo de opinar de su vida y las decisiones que toma en ella. Como personaje público sabe que se expone a los comentarios de cualquiera, pero siempre habría que tener un respeto, no tanto al personaje, sino más bien a la persona. Con ello, la mujer de Kiko Rivera ha estallado.
El comentario que le ha sacado de quicio
La propia Irene Rosales ha publicado en su perfil de Instagram uno de los desagradables comentarios con los que convive, para que la gente sea testigo de todo. El “asqueroso” comentario dice así: “Irene, ¿qué se siente teniendo que comerle la p*** a ese mongel? ¿por dinero? ¿no podías trabajar? Y encima cornuda… qué palo te vamos a meter”.
La respuesta de Irene Rosales
Irene Rosales ha realizado un pantallazo de este feo comentario recibido por un seguidor anónimo. Un mensaje privado que ella no tiene reparos en compartir con todos, porque así hace ver al público lo que debe sufrir. Lo hace con un pantallazo del mensaje, al que ha sobreimpresionado su respuesta: “Hay gente que da tanto asco”.
Tomará acciones legales
Irene Rosales ya ha informado de que ha puesto en manos de sus abogados el asunto y que ha presentado una denuncia en la policía por amenazas. El cierre del mensaje de su ‘enemigo’ es claro: “qué palo te vamos a meter”. Por ello, deja en manos de la justicia que investiguen quién se esconde detrás de este feo mensaje y determinen en qué medida debe subsanar el daño que ha causado.
No es la primera vez
Hace tan solo unos meses, Irene Rosales tuvo que repetir la estrategia de publicar algunos comentarios que sus seguidores le hacían llegar. En esta ocasión, muchos opinaban sobre su aumento de peso, llegando incluso a afirmar que estaba de nuevo embarazada. Un comentario de mal gusto hacia cualquier mujer, pero que ella tiene que soportar casi a diario.
Ataques por el físico de su marido
Muchos de los ataques que recibe Irene Rosales y que ella ha compartido con sus seguidores se centran también en el físico de su marido. Kiko Rivera no es modelo, ni quiere serlo, pero aún así hay quien juzga su físico como si lo fuese, criticando de paso a su mujer por haberse enamorado de él. Personas que no tienen dudas en utilizar su vocabulario más dañino para hacer llegar lo que, al final de cuentas, es tan solo una opinión.
El riesgo de no leer los comentarios
Una opción que Irene Rosales podría adoptar para proteger su autoestima de los ataques del exterior sería no exponerse a este tipo de comentarios. Es decir, no leer lo que sus seguidores le escriben, aunque en su mayoría sean bueno, y tan solo alguno de ellos, amparados en el anonimato, deciden atacar sin medida. Eso sí, se corre el riesgo de alejarse de su público, algo que le limitaría a la hora de hacerse entender en futuras interacciones.
Irene Rosales, muy cauta en su vida
Aunque Irene Rosales no ha tenido reparos en compartir detalles de su vida privada con el público, ya sea a través de revistas o en platós de televisión, tiene mucho respeto con no hablar más de lo debido. Esto quizá le pase factura, como puede ser el hecho de que no siempre sus decisiones sean entendidas, pero ella ha marcado los límites de hasta dónde llega su privacidad.