Ahora casi nadie recuerda su nombre, pero a finales de los años 90, el nombre de Cristina Blanco sonaba con fuerza. La que fuera tarotista de los famosos - a la que le han amputado una pierna, tal y como adelanta SEMANA en exclusiva- era una invitada habitual en los platós de televisión. No en vano fue durante años la vidente de cabecera de María Teresa Campos, para la que trabajaba en su programa de Telecinco. Entre su clientela VIP no solo figuraban rostros conocidos como Terelu, Carmen Borrego, Belén Esteban, Lara Dibildos. También prestaba sus servicios como adivina a las mujeres más acaudaladas de la jet set marbellí, a las que cobraba cifras astronómicas. Era un personaje tan conocido que pasó a formar parte de la plantilla de colaboradores de numerosos espacios de la pequeña pantalla. Pero su éxito, su fama y su prestigio se vinieron al traste de la noche a la mañana. ¿El motivo? El viento dejó de soplar a su favor. En el año 2001, una cámara oculta destapó sus montajes a los famosos. Para más inri, en 2007 se vio envuelta en un turbio caso con la justicia. Se la acusó de sustraer tarjetas de crédito a los clientes de un hotel de Marbella y fue condenada a 16 meses de prisión. Para más desgracias, los escándalos coincidieron en espacio-tiempo con los primeros éxitos de la carrera de su hijo, Miguel Ángel Muñoz, como actor. Así que tomó una drástica decisión y, por el bien de su primogénito, dijo adiós a su mala praxis como pitonisa. Y empezó de cero.
Fue así como en cuestión de meses la vida de Cristina Blanco dio un vuelco radical. En sus años de gloria estaba casada con el promotor inmobiliario Miguel Ángel Muñoz Martínez, padre de su hijo Miguel Ángel, con el que -entre 1998 y 2000- adoptó dos niñas de origen boliviano: Gabriela y Mabila. Pero caer en picado de la cresta de la ola a las profundidades del mar no fue tarea fácil. A medida que pasó el tiempo, la vidente se sumió en una depresión. Más tarde sería ingresada en la Clínica López Ibor, un hospital especializado en salud mental. Allí le diagnosticaron un trastorno bipolar. Y desde aquel momento cambió de rumbo, tanto a nivel personal como profesional.
Miguel Ángel Muñoz asegura sentirse "orgulloso" de su madre, Cristina Blanco
Cristina Blanco se quedó en dique seco. Su mal momento le costó abandonar su medio de vida. También le pasó factura en su matrimonio, que terminó en divorcio. Tras separarse de su marido, sus hijas se fueron a vivir con él. Ella buscó empleos muy distintos a los que la habían encumbrado como futuróloga de las estrellas. Una de las últimas noticias que se tuvo de ella es que trabajaba como dependienta en un Corte Inglés en la zona sur de Madrid, en la sección de perfumería y cosmética. Una decisión que el conocido actor ha valorado y aplaudido públicamente. "Estoy muy orgulloso porque salió y a lo largo de los años me ha dado muchas lecciones de vida", confesó en el año 2017 en una entrevista con Risto Mejide.
A Blanco se la vio por última vez hace seis años en el barrio de Aluche, un modesto barrio de la periferia madrileña. Entonces, las cámaras de 'Sálvame' la grabaron mientras esperaba en una parada de autobús. Tenía buen aspecto. Más delgada que de costumbre y, con mucha educación, se limitó a decir al reportero que estaba bien. Todo ello pronunciando "gracias" cada vez que se le hacía una pregunta. Se supo que tras su divorcio se mudó a un pequeño apartamento de apenas 60 metros cuadrados que heredó de su madre.
"Llegó a cobrar 1.800 euros por una tirada de carta a una millonaria"
Personas próximas al entorno de la familia nos cuentan en exclusiva a SEMANA que "lleva una vida tranquila, con poca vida social". Nada que ver con sus tiempos de gloria, aquellos en los que se citaba con esposas de los más poderosos jeques árabes en hoteles de lujo en Marbella o con personajes de bolsillos acaudalados en los establecimientos más exclusivos de Madrid. "Llegó a cobrar 300.000 de las antiguas pesetas (unos 1.800 euros) por una tirada de cartas en el hotel Villamagna de Madrid a una millonaria de Oriente Medio", nos desliza una persona próxima a su entorno. De su época dorada aún mantiene su afición por las compras, aunque "ahora las hace por internet".