Casi 25 años después de saborear las mieles del éxito con el popular Crónicas Marcianas (Telecinco), Carlos Latre (42) mantiene el lema que tantas alegrías le ha dado: el positivismo.
El humorista, que vuelve por todo lo grande con su obra One Man Show al madrileño teatro Rialto, ha mostrado a SEMANA su lado más cálido y desconocido, en una entrevista en la que nos cuenta cómo fueron sus inicios, si el éxito se le llegó a subir a la cabeza y cómo, después de arruinarse económicamente, logró sacar un mensaje valioso de todo aquello que le había pasado.
¿Cómo es Carlos Latre cuando no está encima del escenario haciendo reír?
Pues soy bastante natural. Me gusta mucho disfrutar de los míos, intento ser positivo, aunque también tengo muchos momentos de bajón. Como buen acuario, el día que subo estoy arriba del todo y el día que bajo, estoy muy abajo del todo. Poco a poco me he vuelto más equilibrado, sin perder la niñez y la ilusión. En casa soy muy cicerone. Me encanta la gastronomía, servir un buen vino, traer amigos a casa y montar fiestas.
¿Cómo has pasado estos meses?
Al principio de todo tuve mucha incertidumbre, pero durante el confinamiento sentí la necesidad del positivismo y para mí fue una especia de obligación mantenerme con esa actitud. Cada día hacía directos, participé en la campaña Yo me corono, en la que superamos los 2 millones de euros… Creo que fue una parada para pensar. Tuve mucho tiempo para pensar, leer, escribir… Cosas que por mi locura del día a día no podía hacer. Siempre intento buscar el lado positivo. Y creo, firmemente, que este confinamiento ha tenido cosas positivas.
¿Es cierto que de pequeño eras un niño muy malo?
Sí y utilicé el humor como terapia. He ido intentando conocer un poco más mi cerebro y yo creo que padecía un déficit de atención brutal, lo que pasa es que en aquella época no estaba diagnosticado. Mejor, porque ni me medicaban ni nada y mis padres capearon el temporal como pudieron.
¿Utilizabas el humor como terapia?
Siempre intentaba hacer cosas y llamar la atención y por eso estaba castigado todo el tiempo y recibía broncas. Cuando vi que mis padres y mi familia se morían de risa con los especiales de Navidad de Martes y Trece y Los Morancos”, me dije: “Mira que contentos están todos, voy a probar por aquí”. De esa manera pasé de ser el castigado a la cerecita del pastel.
¿Se imaginó tu familia que llegarías a alcanzar la fama de la que gozas en la actualidad?
Toda mi familia está muy orgullosa de mí. Mi hermano, mis padres (sobre todo), pero todo ha sido de una manera muy natural. Yo fui un caso “Hollywood”.
¿Eres consciente de que eres uno de los imitadores más queridos de España?
Pues no lo sé, pero me siento así. Recibo mucho cariño del público en la calle. Tengo la gran suerte de caer bien y es muy bonito, no te voy a engañar. Creo que todo el mundo en la vida necesita que le quieran y cuando ves que es tan sincero por parte del público y un cariño tan de verdad, es muy gratificante. Eso hace que tenga mucha razón de ser lo que hago y cómo lo hago.
Has abarcado a diferentes generaciones.
Llevo mucho tiempo en esto. Empecé con 19 años en Crónicas marcianas y ya son 25 años de carrera. He pasado por todas las generaciones y el secreto está en reinventarse, en querer ser mejor, la pasión, la ilusión… Yo sigo pensando que acabo de empezar.
¿Cómo empezó todo?
Con 18 años, en la radio. Un día coincidí con Javier Sardá y al cabo de un mes me fichó para Crónicas marcianas. Y fue todo como una rueda. Yo llegaba un día a mi casa y decía: “Me han fichado de Los 40 principales y empiezo mañana”. Siempre he sido muy independiente, autodidacta e intuitivo, una persona muy valiente. No he tenido nunca ningún problema en tirarme a la piscina, porque he pensado que no tengo nada que perder. Siempre me llevo un aprendizaje de los fracasos y los éxitos.
¿Te has imaginado cómo sería tu vida si no se hubiera cruzado en tu camino Sardá?
Pues no lo sé. Hay muchas cosas que quizás no se imagina la gente. Yo me iba a presentar a Lluvia de estrellas. Tenía claro que lo que más quería en este mundo era dedicarme al mundo de la interpretación. Soy de los que piensan que los sueños se cumplen y que hay que soñar fuerte y fijarte objetivos muy grandes, realistas, pero grandes. Los objetivos solo dependen de cuánto estés dispuesto a trabajar y cuánto estés dispuesto a sacrificar.