Carlos Falcó y su esposa, Esther Doña, tienen una vida de lo más activa, que hace que viajen con bastante frecuencia de un lugar a otro de la geografía mundial. Su último destino es Santander, localidad a la que llegaron el miércoles por la tarde, para alojarse en el Eurostars Hotel Real.
El motivo de su visita era asistir a la inauguración de la nueva tienda de Rosa Clará, la firma de la que la marquesa de Griñón es imagen y que también fue quien la realizó los dos vestidos que lució en la fiesta de celebración de su boda, en el Palacio del Rincón el pasado 22 de septiembre.
La pareja llegó en avión, pero antes, en Madrid pudimos hablar con Carlos Falcó, que se mostró bastante parco en palabras cuando le preguntamos por su hija Tamara, que no estuvo em su enlace.
¿Podríamos decir que este viaje es el inicio de su luna de miel o por trabajo?
Por trabajo.
¿Qué tal esta primera etapa de matrimonio?
Muy bien, muchas gracias.
Queríamos preguntarle por la ausencia de su hija Tamara en su boda. Se ha hablado mucho de ello.
Sin comentarios, como dicen los presidentes sudamericanos.
¿Está todo bien entre usted y su hija Tamara? Es que nos sorprende que no haya ido.
Todo bien.
¿Cuál cree usted que ha sido el motivo de su ausencia?
Sin comentarios.
Ella ha alegado motivos personales.
Nos vemos mucho.
Entonces, ¿ Siguen teniendo buen trato? ¿No ha cambiado nada su relación?
Nada.
A sus 80 años, el marqués de Griñón está viviendo una segunda juventud al lado de su cuarta esposa, la guapa malagueña de 40 años, que le ha devuelto la ilusión y la felicidad. El destino les unió a finales de 2015, durante la celebración de una cata de vinos y desde entonces su amor se ha ido consolidando. Aunque Esther Doña siempre se ha mantenido en un discreto segundo plano, cada vez va adquiriendo un mayor protagonismo en la vida social al lado de su esposo.