Su universal sentido del humor y la ausencia de texto hablado en sus obras los llevó al reconocimiento internacional. Carles, Paco y Joan hicieron historia y llevaron a su compañía de mimo cómico a convertirse en una de las mejores del mundo. Tras 40 años triunfando, Tricicle ha puesto punto final (aunque nunca se sabe) a su andadura y “el gordito, el calvito y el guapo”, como así les puso de mote el gran público, han continuado su carrera por separada. Hoy SEMANA se sienta con él, con el guapo, con Carles Sans (69). Y lo hace en su casa de Barcelona.
Nos recibe con una sonrisa. Nos lleva a través de su amplio pasillo hasta su gran comedor. Mientras ojeamos los escenarios, Carles nos detalla alguno de los elementos que destacan en su casa. Y mientras preparamos el equipo aparece María Antonia, su mujer, que nos acoge como si fuéramos uno más de la familia. “Tenía la sensación de que tenía que volver porque hay mucha gente que se quedó sin ver este espectáculo y esta es la mejor fecha para ello”, nos dice Carles que, tras nuestro encuentro se marcha a Madrid a representar ¡Por fin solo!, su primera obra en solitario y que el año pasado fue todo un éxito. No le gusta que le tratemos de usted y, como toda historia, comenzamos a preguntarle por el principio, cuando un día, Chicho Ibáñez Serrador les descubrió.
Gracias por abrirnos las puertas de tu casa.
Nos encontramos en lo que es el centro de Barcelona, lo que se llamaba el plan Cerdá, que es un arquitecto de finales del 19 que proyectó está ciudad con los hexágonos y sus típicas vistas en forma de cuadrículas.
¿Y lleva mucho tiempo viviendo usted aquí?
Por favor, no me trate de usted (risas). He perdido la cuenta de cuanto llevo en esta casa.
¿En qué lugar pasas más tiempo?
En mi biblioteca y en el salón, que es dónde nos encontramos haciendo la entrevista y donde disfruto con mi mujer de momentos de peli y manta.
Tu rostro nos transmite serenidad.
Sí, estoy en un momento de mucha calma. Tengo un espectáculo que me ha funcionado muy bien. Creo que dar el paso de Tricicle a enfrentarme solo delante de un público con texto en un escenario fue un reto difícil porque el espectador, por lo general, te ubica en una faceta y cuando les cambias esa faceta, normalmente suele recelar de eso. Y cuando te das cuenta de que he superado esto, que el público me dice que se lo pasa igual o mejor que cuando venía a verme con Tricicle, te da subidón y, cómo tú dices, te da mucha calma.
Carles Sans nos hablas de cómo consiguió el éxito con Tricicle
Antes de hablar de ¡Por fin solo!, me gustaría hablar de ese fenómeno que fue Tricicle ¿Cómo comenzó todo?
Nosotros éramos unos chavales que salían del Instituto del Teatro, lo que es ahora la Escuela de Arte dramático. Ahí empezamos a tener cierto éxito, pero a nivel muy local. Y, de repente, llegamos a Madrid a una sala alternativa. Venían a vernos cuatro gatos y un día no sé cómo ni por qué, alguien le debió a decir a un director muy importante (Chico Ibáñez Serrador), que se pasara por allí.
¿Y qué hicisteis cuando lo visteis?
Lo primero que nos preguntamos cuando lo vimos fue que qué es lo que hacía allí. Y al terminar la función se acercó y nos pidió que fuéramos a su programa, Un, dos, tres. Le dijimos que no. Para que lo entiendas mejor, aquello era algo muy comercial para nosotros y nosotros nos sentíamos actores de teatro.
¿Y cómo os convenció?
El hombre, la verdad, es que fue muy persuasivo (risas). Insistió mucho y además nos hizo la pregunta del millón, dijo: “¿Cuánta gente os va a venir a ver aquí en el teatro este?”. Allí os van a ver más de 22 millones de personas”. Así fue. La cuestión no fue solamente nuestra primera aparición ante tantos espectadores, sino que el número con la canción de Julio Iglesias Soy un truhán tuvo un impacto brutal en el país.
Carles Sans nos habla de cómo el éxito no le cambió: "Lo vivimos de una manera muy natural"
¿Y cómo viviste pasar de que os vieran cuatro personas a a que os conociera todo un país?
Nosotros no éramos conscientes de todo lo que nos estaba pasando. Lo vivimos de manera muy normal. Nunca hemos tenido un punto de divos ni de nada. Al contrario, nos estimuló para crear luego un espectáculo (Manicomic) con el que tuvimos mucho éxito y con el que, por cierto, fuimos al teatro Bellas Artes de Madrid, teatro al que ahora regreso con mi obra 40 años después.
Un éxito que, además, no paró de crecer.
Hemos llenado los teatros de este país. Luego hemos sido durante muchos años la compañía más internacional, porque hemos viajado por medio mundo. Fue tal el éxito que tuvimos que crear una segunda compañía porque no alcanzábamos a llegar a donde nos contrataban. Luego hemos estrenado en París todos los espectáculos… En definitiva, una carrera de muchísimos éxitos.
¿Por qué te llamaban "el guapo" de Tricicle?
Cuando a nosotros nos trataban de definir, pero no conocían nuestro nombre, nos definían como "el calvito", "el gordito" y el guapo (risas). A mí me correspondía el guapo y, además, no me ponían diminutivo (risas).
Y ahora sí ¿cómo surgió, después de tantos años con Tricicle dar el paso en solitario?
Cuando ‘Tricicle’ decidió dar el punto final a su carrera después de más de 40 años, yo me tenía que plantear si yo también, a título personal, quería hacer ese chimpún final. ¿Entiendes? Pero evidentemente no. Este oficio me gustaba mucho como para, de repente, dejarlo todo.
¿Y entonces?
Entonces, había que hacer un proyecto. Empecé a pensar textos... Me faltaba un empujón y ese me lo terminó dando mi mujer, María Antonia.
¿En serio? ¿Y cómo sucedió?
Sí, realmente fue María Antonia la que me dijo: “¿Por qué piensas tanto?” (risas). Yo en las sobremesas siempre me pongo a contar anécdotas y la gente se parte de risa y ella fue la que cogió y me animó. “¿Por qué no haces un compendio de esas anécdotas y de eso sacas un espectáculo?”, fueron sus palabras. Y aquí estamos. A raíz de eso empecé a ponerlas sobre un papel y comenzaron a surgirme muchísimas, muchas de ellas muy locas y divertidas. Ella tenía razón, podía darle forma a todo aquello en forma de espectáculo. Y acertamos porque de esa manera nació este ¡Por fin solo! que lleva cuatro años de éxito continuado.
Carles Sans nos explica cómo creó: ¡Por fin solo!
40 años dan para mucho ¿No te supuso un problema saber cuál elegir y cuál no?
Hay algunas que son unos hits, que no fallan, pero no es tanto esas anécdotas que por sí mismas son muy divertidas, sino que es importante cómo lo cuento. O sea, no es lo que cuento, sino también cómo. Ahí se ve el ADN Tricicle que llevo dentro, el gesto… El éxito radica en la combinación del gesto y lo que cuento.
Y tras tantos años de silencia, por fin te escuchamos.
Sí (risas). Mucha gente me ha dicho que tengo una voz que ha sido muy desaprovechada.
¿Hasta dónde es el humor de necesario en esta época qué vivimos?
El humor salva siempre. Mira si es necesario para las personas reír, que algo que pueden hacer gratis, la gente lo paga para que hagan reír ¿Me entiendes? La gente paga para que le hagan reír. Y por eso creo que este espectáculo puede ser un gran regalo para estas Navidades.
Además de actor, también eres articulista y director. ¿Hay algo que se te dé mal?
Yo soy muy bueno haciendo las cosas mal (risas). Lo que pasa es que lo poco que sé hacer bien, pues lo hago (risas). Escribo también en prensa porque a mí me hubiera gustado mucho haber sido periodista. Bueno, luego, viendo el periodismo actual, creo que hice bien (risas). Pero la verdad es que soy de naturaleza inquieta.
¿Qué opinan tus compañeros de esta nueva faceta?
Todo muy bien. Les gustó mucho el espectáculo. Ellos están también con sus proyectos personales. Joan Gràcia es el director artístico del Lío de Ibiza y Paco Mir es director de escena. Cada uno en la rama que ha cogido le va muy bien.