El programa de TVE 'Lazos de sangre' repasa la biografía de Sara Montiel, la primera actriz española que triunfó en Hollywood. Mucho antes de que Penélope Cruz llegase a la Meca del Cine para convertirse en una estrella, la manchega había aterrizado en Estados Unidos, cautivando de inmediato a productores y directores de cine con su singular y sensual belleza.
Su primer marido fue el director de cine Anthony Mann
Hace ya siete años que nos dejó esta gran diva del celuloide patrio, capaz de conquistar al mundo con sus preciosos rasgos -era rabiosamente guapa-, así como a hombres de muy diversa índole. A su primer marido, Anthony Mann, lo conoció poco después de cruzar el charco. El director de cine, 22 años mayor que ella, se quedó prendado de sus rasgos y de la seguridad en sí misma de aquella desconocida y recién llegada actriz a territorio americano. La pareja se casó poco después de conocerse en el rodaje de 'Serenade'. Y lo hizo dos veces. Su primer 'sí, quiero' fue en 1957, 'in artículo mortis', porque el realizador estaba gravemente enfermo y temía morir. La segunda vez que se casaron fue una vez que él recuperó la salud. Lo suyo duró seis años. Tiempo suficiente para que María Antonia Abad Fernández, nacida en Campo de Criptana, se rodease de la flor y nata del cine en América. De la mano de Mann, Sara Montiel aprendió los buenos modales, las maneras y los hábitos de la 'jet set', adquirió cultura general y se formó, en definitiva, como la gran figura internacional en la que se convirtió en los años 50 y 60.
Su segundo marido fue el industrial José Vicente Ramírez Olalla. Se casaron en la Iglesia de Montserrat, en Roma. Pero aquel fue un matrimonio del que Sara se arrepentiría toda su vida. Fueron marido y mujer apenas dos meses. Una pérdida de tiempo y energía que la propia actriz lamentaría posteriormente. Terminaron de manera cordial, pero se precipitaron al ir al altar.
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Pepe Tous, su pareja más estable y padre de sus dos hijos
El hombre de su vida, y tercer marido, fue el empresario mallorquín José Tous Barberán. Al lado de Pepe encontró la estabilidad y formó una familia. Juntos adoptaron a sus dos hijos: Thais y Zeus. Tous, que era promotor de espectáculos, fue el encargado de relanzar la carrera de Sara Montiel, en especial en su faceta como cantante. De este modo, entre 1988 y 1995 la manchega sacó a la venta cuatro álbumes. Con la excusa de cantar, Sara Montiel vivió una segunda etapa dorada de gloria. Esta vez en el ámbito de las revistas del corazón y las televisiones, siempre encantados de contar con ella como invitada.
Años después de enviudar de Tous (quien falleció de cáncer en 1992), la actriz destapó un amorío que había mantenido oculto durante décadas. Mantuvo un idlio con Severo Ochoa. Reveló su historia de amor con el Premio Nobel de Medicina en el año 2013, durante una conversación con un amigo. Según su relato, conoció al científico a principios de los años 50. Él se enamoró locamente de ella. Y ella de él. Mantuvieron el idilio en secreto porque él estaba casado. Ella misma contaría que se quedó fascinada por su inteligencia. Severo Ochoa le abrió las puertas a un mundo desconocido: el de los intelectuales. A su lado se codeó con figuras como el poeta León Felipe, Pablo Neruda, Frida Kahlo o Diego Rivera. Los últimos fueron compañeros de citas en sociedad en su etapa en México. El país azteca fue el primero que pisó cuando se animó a coger las maletas y abandonar España, ávida de éxito y reconocimiento.
Estuvo con Severo Ochoa unos cinco años. Se veían clandestinamente. Y, a pesar del aspecto erudito y pausado del científico, éste era un hombre muy apasionado. Entre ellos había atracción total. Carnal y espiritual. Pura química. Pero todo quedó en un romance de esos que se idealizan en la edad adulta. En su día hubo quien puso en duda que el relato de Sara Montiel sobre su amor por el asturiano fuera cierta. Pero quien escribe estas líneas tuvo la oportunidad de entrevistarla en varias ocasiones. Y ella juraba que Severo Ochoa fue el gran amor de su vida. Y resultaba muy creíble escuchar su narración. Hablaba de él con admiración y sus ojos revivían la pasión que habían vivido juntos. Con los años sus caminos volverían a cruzarse, pero ya desde la serenidad y como amigos. Nunca resurgió chispa o llama alguna.
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El polémico matrimonio con Tony Hernández
En plena senectud, Sara Montiel se sumó a la moda del "ponga un cubano en su vida" y, siguiendo el ejemplo de Marujita Díaz con Dinio, se buscó un ligue de la isla caribeña. En 2002 se casó con el editor de cine Tony Hernández, una relación polémica que la puso en el ojo del huracán no por sus méritos interpretativos, sino por pasiones de alcoba que muchos cuestionaron. Célebre fue aquella frase de "¿Qué pasa? ¿Pero qué invento es esto?" que soltó al salir de los juzgados tras casarse por cuarta vez.
El matrimonio se disolvió en 2013, pero durante su breve relación el glamour de Sara, que tantos años le costó forjar, quedó por los suelos. Su imagen, siempre respetada por el público, se vio seriamente perjudicada como consecuencia de las polémicas que protagonizó al lado del cubano.
Giancarlo Viola, su eterno amor de idas y venidas
Otro de los hombres de su vida fue Giancarlo Viola. Con él de tuvo una relación intermitente, lleno de idas y venidas. Él la adoraba. Bebía los vientos por ella. Sin embargo la artista nunca se animó a pasar por vicaría con el italiano. Fue una de las personas que más la lloró tras su muerte, en 2013, cuando tenía 83 años. "La única cosa que me gustaría es encontrarla también al otro lado", confesaba. Nunca tuvo reparos en admitir que Sara fue la mujer de su vida.