Abril de 2005 empezaba con la preocupación el estado de salud de Juan Pablo II. El sumo pontífice llevaba enfermo un tiempo y en sus últimas apariciones públicas había mostrado un deterioro tal que no era capaz de articular palabra. El 2 de abril, a las 21:37 el Vaticano anunciaba que se encontraba en estado de “sede vacante” porque su Papa acababa de morir a los 84 años. Dese aquel momento todo el engranaje de las tradiciones fúnebres de la Santa Sede se puso a trabajar. Por primera vez en 27 años había que organizar un entierro de estado para un pontífice, que recordamos hoy, cuando el papá Francisco ha fallecido a sus 88 años de edad en Roma.
Aquel sería el primer entierro de un Papa en el siglo XXI. Karol Józef Wojtyła había fallecido tras un pontificado intenso en el que había actuado como figura clave para algunos de los cambios políticos más relevantes de la segunda mitad del siglo XX, su funeral se presentaba como un espaldarazo final a su imagen como “el Papa bueno”. Para aquella ocasión se darían cita en la Plaza de San Pedro del Vaticano unas 300.000 personas entre las que había alta representación de más de 80 países, además de máximas autoridades de otras religiones.
El Papa Juan Pablo II se había ganado el apodo de “el Papa Peregrino” por la cantidad de viajes que había protagonizado y acudir a aquella despedida pública era la forma de despedirse del pontífice que habían encontrado autoridades de todo el mundo agradecidas por haber recibido al máximo representante de la Iglesia Católica en sus países en alguna ocasión.
Representación de más de 80 países y 8 casas reales distintas
El 8 de abril de 2005 la ciudad estado del Vaticano estaba desbordada. Mandatarios de más de 80 países, desde Afganistán hasta Venezuela habían acudido a la llamada de la Santa Sede para despedir a uno de los personajes más carismáticos del S. XX, el polaco Juan Pablo II. Desde España viajaron en la delegación oficial los Reyes Juan Carlos y Sofía, el por entonces presidente del gobierno José Luis Rodríguez Zapatero, el ministro de exteriores Miguel Ángel Moratinos y Mariano Rajoy, líder de la oposición. Además, también viajaron por su cuenta otros cuarenta políticos españoles, la mayoría presidentes autonómicos.
El Papa Juan Pablo II durante su velatorio público escoltado por la Guardia Suiza.
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Curiosamente, aquella fue la primera vez que un presidente norteamericano asistía a los actos fúnebres por un Papa. El entonces presidente George Bush asistió con su mujer, Bárbara Bush, su padre George Bush y Condoleezza Rice, la secretaria de estado. La anécdota fue que, para cumplir con el estricto protocolo marcado por el Vaticano, el expresidente Jimmy Carter cedió su puesto en la delegación estadounidense a la mujer de Bush para que pudiera acompañarlo. La asistencia de Carter era esperada porque había sido el primer presidente estadounidense con el que se había reunido Juan Pablo II.
A la hora de acomodar a los asistentes a estos eventos en el Vaticano su protocolo es muy claro: tienen prioridad las casas reinantes por delante de los gobiernos civiles. De este modo, en primera fila estaban todos los Reyes y Príncipes y Princesas asistentes y justo detrás, las delegaciones del resto de países sentadas por orden alfabético del nombre del país. Entre las Casas Reales asistentes estaban las de Bélgica, Dinamarca, Luxemburgo, Noruega, Suecia Jordania y Reino Unido. En representación de la Reina Isabel II, anglicana, acudió el por entonces Príncipe de Gales, Carlos. De hecho,para poder acudir a Roma tuvo que aplazar su boda con Camilla, finalmente se casaron al día siguiente, el 9 de abril.
El testamento Juan Pablo II y los objetos con los que fue enterrado
Tras casi tres horas de ceremonia, a Juan Pablo II se le enterró con un velo blanco cubriéndole la cara, en su féretro junto a su cuerpo se depositaron unas monedas acuñadas durante su papado y también se introdujo en su ataúd un documento sobre su vida enrollado en un cilindro de plomo para evitar la acción de la humedad sobre el papel. El féretro en el que se introdujo el cuerpo sin vida del pontífice estaba realizado en madera de ciprés revestido de terciopelo carmesí. En el momento de la inhumación este cajón se introdujo en otro de cinc y plomo y luego en otro de madera de nogal. Los restos de Juan Pablo II reposan bajo tres capas de ataúdes.
Joseph Ratzinger durante un momento de la homilía del funeral de Juan Pablo II
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Otra de las curiosidades de la despedida de Juan Pablo II, la última de un Papa en activo hasta Francisco, fue que la homilía del funeral la ofició Joseph Ratzinger, quien semanas después sería elegido Papa bajo el nombre de ‘Benedicto XVI’. Esto no se debe a una suerte de premonición sino a que como ostentaba el cargo de Decano del Colegio de Cardenales y por ende le pertenecía el honor de conducir la homilía del funeral del Santo Padre.
A la despedida del Papa bueno vinieron los máximos responsables de otras fes y es que Juan Pablo II trató de hacer honor a su nombre “pontífice” “hacedor de puentes” y trató de acercarse a otras confesiones. De hecho, en su testamento mencionaba a Elio Toaff, rabino de Roma. De ese mismo texto de últimas voluntades se pudo conocer un extracto, “no tengo nada que legar, los únicos objetos de mi vida corriente podéis distribuirlos como queráis”. Uno de los puentes que Juan Pablo II no pudo construir fue el de visitar China, que tampoco estuvo representada en su despedida. Otra gran ausencia fue la de Putin, que prefirió no importunar con su presencia al Patriarca Ortodoxo. Ahora ya sabéis qué podemos esperar y qué no del funeral del Papa Francisco.