Hubo un tiempo en que Anabel Pantoja era el único miembro de su famosa familia que tenía garantizado un puesto en televisión. Sus palabras cotizaban al alza entre otras cosas porque su tía, Isabel Pantoja, acababa de salir de prisión y eran muchas las especulaciones sobre cómo se adaptaría a su nueva vida fuera de la cárcel.

La tonadillera había optado por recluirse en Cantora, desaparecer del mapa e imponer entre los suyos una especie de ley del silencio de la que solo su querida sobrina parecía estar exenta. Por eso, las píldoras informativas que de vez en cuando lanzaba Anabel como colaboradora de televisión eran oro puro. Hasta que llegó la competencia. Entonces lo que antes era oro pasó a ser cobre.