Delphine se enteró a los 17 años que era hija del rey Alberto II de Bélgica, quien había mantenido una relación extramarital de 18 años con su madre mientras seguía casado en matrimonio con la Reina Paola. Después de un complicado proceso judicial de más de siete años y una de las pruebas de paternidad mas dramáticas del siglo, Delphine consiguió su reconocimiento real, aunque la princesa asegura que no es bien recibida en la realeza. Te contamos todos los detalles.
La historia de la princesa Delphine es una de las más destacadas y mediáticas de la monarquía europea. Su caso, dio la vuelta a Europa y muchos siguen sin reconocer su derecho de nacimiento a pesar de haber conseguido su título real como princesa de Bélgica. A sus 56 años, la hija el rey Alberto II sigue asegurando que "no es bienvenida" en la corte y que no es invitada a la mayoría de eventos a los que asiste el resto de su Familia Real, como su hermano el rey Felipe de Bélgica, la princesa Astrid o el príncipe Lorenzo.
Recientemente, ha tenido lugar en el país belga la celebración del Día del Rey, un acontecimiento social muy importante que celebra la Casa Real al completo con todos sus descendientes e integrantes. Sin embargo, Delphine no recibió una invitación. Según el protocolo y los expertos, aunque la princesa Delphine sea reconocida como tal, no es miembro activo de la realeza porque no recibe la dotación que sí tienen su hermanos. Ella misma, habló sobre esta "injusticia institucional" en sus redes sociales: "La prensa me volvió a recordar por qué no fui invitada a celebrar el Día del Rey. La razón es que no percibo dotación como mis hermanos y hermana. El hecho es que no soy bienvenida porque, esencialmente, cuando nací mis padres no estaban casados. Es una injusticia institucional que debe resolverse a través de una reforma".
De esta manera, la hija del rey Alberto II expresó públicamente la necesidad de una reforma social, legal y religiosa en el país que le permita tener los mismos derechos en la corona que sus hermanastros y poder asistir a actos reales. "Vuelvo a escribir esto y sigo alzando la voz porque los niños no eligen las circunstancias en las que nacen. Nuestra sociedad y nuestras leyes deben reflejar valores que acojan a los niños por igual, tanto si nacen en el matrimonio, en terceras nupcias, en cuartas nupcias, fuera del matrimonio, o como si son adoptados. Espero que algún día nuestros líderes en el gobierno, la sociedad y la Iglesia se tomen estas verdades en serio".
Pero además, esta no ha sido la primera vez que la princesa belga se ha sentido rechazada por parte de su familia y como miembro de la realeza. El año pasado, Delphine y sus abogados enviaron un comunicado al primer ministro de Bélgica pidiendo el mismo reconocimiento para ella que el que tienen sus hermanastros Astrid y Lorenzo ya que los tres son "altezas reales". Entre sus exigencias, también pidió que fuera invitada a los actos oficiales de la corte y a los institucionales de la corona, no solo a la Fiesta Nacional de Bélgica, a las bodas y a los funerales, ya que su imagen había comenzado a verse afectada.
Durante su complicado proceso judicial para conseguir su título, fue motivo de burla para algunos medios de comunicación y para parte del pueblo belga afectando considerablemente a su imagen como princesa una vez resuelto el juicio. Por ello, el pleno reconocimiento de su título es vital para Delphine. Como respuesta, el primer ministro declaró que "los invitados a estos actos son personas que tienen funciones oficiales en nuestro país. Parte de la familia real tiene una función oficial, pero Delphine, en concreto, no tiene ninguna".
Una prueba de paternidad y una crisis institucional
Para la princesa Delphine de Bélgica, la obtención de su título no ha resultado ser como ella esperaba. Aunque la justicia le diera la razón, su situación navega en la tradición monárquica y parlamentaria del país sin intenciones de una reforma a corto plazo. A pesar de ello, Delphine tuvo una infancia feliz. Durante su adolescencia, tuvo contacto con el rey sin saber que era su hija ya que sus padres decidieron guardar el secreto, la baronesa Sybille de Selys Longchamps y el rico industrial Jonkheer Jacques Boël, hasta que se produjo su separación. Delphine tenía 17 años y cuando se enteró de la noticia no le desagradó saber que el rey Alberto II era su padre biológico. Unos años después, un biógrafo publicó un libro sobre el tema y ahí fue cuando Delphine decidió recuperar su título como princesa.
El rey Alberto II negó en un principio que él fuera el padre de Delphine pero el asunto derivó en una crisis institucional que le obligó a abdicar en 2013. Su hijo Felipe subió al trono como rey y Delphine comenzó a sufrir numerosas burlas por parte de algunos medios de comunicación que cuestionaban su descendencia y, por supuesto, por parte del pueblo belga. Aquella situación se prolongó durante siete años, hasta 2020, cuando Delphine fue reconocida como princesa de Bélgica por la justicia gracias a unas pruebas de paternidad.
Aparte de su vínculo con la realeza, la princesa Delphine es una reconocida artista plástica que ha desarrollado una carrera sólida en el mundo del arte contemporáneo con importantes obras y colecciones artísticas. Además, está casada con James O'Hare, un ingeniero estadounidense, y junto a él ha formado una familia con sus dos hijos Josephine y Óscar.