La reina Isabel de Inglaterra está en perfectas condiciones. Después de cundir cierta alarma tras los positivos por coronavirus de su hijo, el príncipe Carlos, y de la esposa de este, Camilla de Cornualles, la soberana ha retomado sus compromisos oficiales sin problema. Isabel II ha estado (y está) en constante vigilancia médica, pero no hay motivos para la preocupación. Al menos en cuanto a su salud. Porque en el entreacto se ha colado el 'asunto Andrés' para perturbar su tranquilidad. Ahora mismo la reina continúa en el castillo de Windsor, prácticamente aislada, pero trabajando.
Esta mañana recibía al almirante James Macleod tras su renuncia como Secretario de Servicios de la Defensa. Lo hacía en persona, con muy buen aspecto, sonriente, con vestido estampado, su collar de perlas de triple vuelta y un bastón.
El día anterior reaparecía tras varios días sin actos para recibir las credenciales de los embajadores de España y Estonia. El español, Su Excelencia el Señor José Pascual Marco Martínez, acudió vestido de gala a una cita que tenía lugar en el palacio de Buckingham, en Londres.
Evidentemente, no pudo verse cara a cara con la reina. El protocolo sanitario sigue activo y se procuran evitar los encuentros presenciales y más teniendo en cuenta la avanzada edad de Isabel II, quien el próximo 21 de abril cumplirá 96 años.
En su lugar, el embajador se situó frente a una mesa en la que reposaba una pantalla, donde apareció la soberana a través de una videollamada.
Sin embargo, justo en esos momentos, el segundo de sus cuatro hijos, el príncipe Andrés de Inglaterra, alcanzaba un acuerdo extrajudicial con Virginia Giuffre, la mujer que le acusa de abusos sexuales cuando ella era menor de edad. A principios de año el juez que lleva la causa en Nueva York desestimó la petición de los abogados del príncipe de archivar el caso, por lo que se daba vía libre a la celebración de un juicio. Este estaba previsto para el próximo otoño.
Entonces dicha mujer manifestó que quería exponer "su verdad" en el tribunal y que "nadie está por encima de la ley". Con ello daba a entender de que iba a por todas y que deseaba ver al duque de York juzgado y sentado en el banquillo.
Pero ahora todo se ha paralizado. Andrés y Virginia han llegado a un acuerdo, cuyo contenido se ha hecho público en parte a través de un comunicado conjunto. Uno de los puntos más llamativos es el siguiente: "Las partes presentarán una desestimación una vez que la señora Giuffre haya recibido la cantidad monetaria del acuerdo".
Aunque no ha trascendido de qué cantidad se trata, los medios de comunicación británicos apuntan a unos 12 millones de libras (alrededor de 14 millones de euros). Y también se preguntan: ¿quién lo va a pagar?
Es ahí donde entra en juego la reina Isabel, soberana y madre. Parece que ella se haría cargo de esta astronómica suma, que saldría de los ingresos del ducado de Lancaster, un conjunto de propiedades que datan del siglo XIV destinado a sufragar los gastos del monarca británico y cuyo valor en este momento se estimaría en unos 23 millones.
No ha tardado en desatarse la polémica en Reino Unido. Consideran que es una especie de chantaje del príncipe Andrés hacia su madre, quien de nuevo se vería 'forzada' a sacarle las castañas del fuego.
Por otro lado, a principios de año el príncipe Andrés y su exesposa, Sarah Ferguson, pusieron a la venta el chalet que poseen en la estación de esquí de Verbier (Suiza), valorada en unos 20 millones de euros. Entonces esta jugada se interpretó con la clara intención del duque de York de provisionarse de fondos de cara a una indemnización por la demanda. Si consigue venderla pronto, el príncipe podría hacer frente al pago.
Desde otro punto de vista se valora este acuerdo como un auténtico balón de oxígeno para la monarquía británica, que en estos momentos celebra el Jubileo de Platino de Isabel II por sus 70 años en el trono. Ver a Andrés sentado ante un tribunal y declarando sobre un asunto tan turbio empañaría un aniversario histórico y eso sería muy perjudicial para todos.
Lo que está claro es que el príncipe Andrés no aparecerá en ninguna de las celebraciones públicas del Jubileo. Está apartado de la vida oficial y además la reina acaba de retirarle sus honores militares y hasta el tratamiento de Alteza Real.
Según el mismo comunicado, el príncipe además realizará una donación a la organización benéfica de Virginia Giuffre, Speak Out, Act, Reclaim (SOAR), fundada por ella misma para la lucha contra el tráfico sexual y la ayuda a las víctimas.
Además reconoce que "el príncipe Andrés lamenta su asociación con Epstein y elogia la valentía de la señora Giuffre y de otras supervivientes por defenderse a sí mismas y a las demás" y se compromete a "demostrar su arrepentimiento por su asociación con Epstein luchando contra el tráfico sexual y apoyando a sus víctimas".
Sea como sea, su reputación está tan dañada que es difícil que remonte. Muchos señalan que si hubiera estado seguro de demostrar su inocencia no habría aceptado pagar esta cuantiosa indemnización.