La reinaIsabel II de Inglaterra está cumpliendo actualmente con el consejo que le han recomendado los médicos: dos semanas de descanso, sin compromisos de agenda, o como mucho 'de oficina'. Es decir, que se dedique tiempo a sí misma, se cuide y esté tranquila. A sus 95 años sería lo normal para cualquier persona, pero en su caso lleva muy a rajatabla lo de ser la cabeza de la Corona británica y la gran 'roca' de la familia Windsor. Aunque ella no es de piedra...
Eso sí, este tiempo de reposo le está viniendo muy bien. Tanto como para que los médicos no se hayan opuesto a su último viaje. Corto, eso sí. Y es que la reina Isabel se desplazó ayer mismo desde el castillo de Windsor hasta su residencia campestre de Sandringham, en Norfolk, en un helicóptero. Según la prensa británica, la intención es pasar allí este fin de semana, pero la estancia podría alargarse unos días más.
Parece que la soberana quiere ir adelantando los preparativos para las próximas navidades, que toda la familia Windsor suele celebrar en esta residencia. Esta tradición solo se vio interrumpida el año pasado a causa de la pandemia. La reina Isabel y su marido, el duque de Edimburgo, se quedaron en Windsor.
Cuando el palacio de Buckingham difundió la noticia de este descanso obligado de Isabel II, el pueblo británico volvió a sobresaltarse. Precisamente la soberana venía de guardar unos días de reposo e incluso de haber pasado un día ingresada en el hospital, aunque solo fuera "por precaución". La preocupación por la reina es evidente dada su avanzada edad, aunque ella ha dado sobradas muestras de una energía y una salud envidiables.
Esta circunstancia le ha obligado a ausentarse de dos importantes citas: la Cumbre del Cambio Climático, que se está celebrando en Glasgow (Escocia) hasta el próximo 12 de noviembre, pese a lo cual envió un mensaje grabado en vídeo desde su despacho; y del Día del Recuerdo, el próximo 13 de noviembre, en Londres.
Desde su oficina, siempre que se ha podido en este último año y medio, la reina Isabel ha llevado a cabo sus tareas de manera telemática. Ya es habitual verla atendiendo videoconferencias e incluso recibiendo las credenciales diplomáticas a través de la pantalla de su ordenador instalada en el castillo de Windsor.
Sandringham es una de sus residencias favoritas fuera Windsor, donde se encuentra enterrado su marido, Felipe de Edimburgo, fallecido el pasado 9 de abril a punto de cumplir los 100 años.
En Sandringham, Isabel de Inglaterra puede disfrutar del campo, de sus paseos al aire libre, de sus caballos (hasta hace poco montaba) e incluso se atreve a conducir un poco. Es el lugar en el que se transforma simplemente en Lilibet, el apelativo cariñoso que le pusieron desde niña. Después del susto que nos ha dado últimamente, la noticia de este viaje sirve para tranquilizar un poco sobre su estado. El año que viene todos esperan celebrar con ella su Jubileo de Platino por sus 70 años en el Trono.