La Fiesta Nacional de Bélgica, que se celebra cada 21 de julio, ha tenido dos grandes protagonistas: la princesa Elisabeth, hija mayor y heredera de los reyes Felipe y Matilde; y la princesa Delphine, hija del rey emérito Alberto de Bélgica, quien fue reconocida como hija suya en octubre de 2020 tras años de lucha en los tribunales. Esta era su primera aparición en un acto oficial de tal envergadura, en la que se sentó a la derecha de su hermano, el monarca, lo que la sitúa como miembro de pleno derecho de la Familia Real.
Ambas mujeres dieron mucho de qué hablar por este y otros motivos. La princesa Elisabeth reaparecía en su versión más glamourosa tras llevar meses formándose como soldado en la Real Academia Militar de Bruselas. Las últimas imágenes que venían de ella era vestida con uniforme de campaña y participando en las actividades castrenses. Así que su regreso, luciendo un espectacular vestido rojo con abertura lateral (presumiendo de piernas), altísimos tacones anudados al tobillo y unos preciosos pendientes largos prestados por su madre, causó sensación entre su pueblo.
A sus 19 años, Elisabeth destacaba entre sus padres y sus tres hermanos, los príncipes Emmanuel, Gabriel y Eleonore, durante su asistencia al tradicional Te Deum que tuvo lugar en la catedral de Bruselas, al que solo acudió la Familia Real.
Posteriormente se llevó a cabo el habitual desfile militar, en la plaza del Palacio Real de la capital belga. En una tribuna especial se situaron los reyes Felipe y Matilde y otros familiares. Llamó especialmente la atención la presencia de la princesa Delphine, quien como decimos acudía como invitada a este evento por primera vez, junto a su marido, Jim O'Hare.
Por fin era aceptada en el seno de la realeza y comparecía en público junto a sus otros hermanos, la princesa Astrid (con su marido, el príncipe Lorenz) y el príncipe Laurent. Este, por cierto, fue sin su esposa, la princesa Claire, lo que ha desatado comentarios sobre una posible crisis matrimonial.
Pero Delphine, de 53 años y artista de profesión, también se convirtió en protagonista a causa de su atuendo: un original vestido con estampado colorista y geométrico, a juego con su boina y su mascarilla, que además lanzaba un potente mensaje de fondo.
De la firma Erratum, la pieza estaba realizada por una diseñadora de origen africano, en cuyo taller da trabajo a mujeres belgas en riesgo de exclusión social. Un ejemplo que ya hemos visto en España cuando la Reina Letizia estrenó un vestido de Ulises Mérida confeccionado por mujeres que han logrado salir del mundo de la prostitución. En el caso de la de Delphine se trata de una marca que reivindica la identidad mixta belga y africana y propone "subsanar los errores del pasado", en relación al pasado colonial de Bélgica.
Hablando de corregir errores, Delphine es el mejor ejemplo: tras toda una vida negada por su propio padre, ya que nació fruto de una relación del rey Alberto fuera de su matrimonio con la reina Paola, ella al fin ha visto reconocidos sus derechos.