Han sido unos días durísimos para el príncipe Harry y Meghan Markle en su relación con la familia Windsor. Nadie dijo que fuera fácil, pero su apresurado anuncio de dar un "paso atrás" en sus tareas para la Familia Real británica ha resultado ser una bomba de imprevisibles consecuencias. La lanzaban sin previo aviso el pasado 8 de enero y a partir de ahí se han ido sucediendo noticias y comunicados, una reunión de urgencia convocada por la reina Isabel y las conclusiones finales transmitidas por la soberana el pasado sábado. A todo esto, la esposa del príncipe había 'desaparecido en combate', poniendo un océano de por medio solo dos días después del anuncio y dejando solo a Harry para arreglar el entuerto.
Después de diez días separados, los duques de Sussex han vuelto a reunirse. Anoche mismo el príncipe aterrizaba en Vancouver (Canadá), con un plumas y gorrito en la cabeza, y sobre todo con una sonrisa de felicidad evidente. ¡Por fin comienza su nueva vida! Esa que tanto ansía, lejos de sus obligaciones oficiales con la realeza, para disfrutar de una "vida más pacífica", como aseguró él mismo en un elocuente discurso pronunciado en una gala benéfica el pasado domingo.
Ese mismo día se había visto a Meghan Markle de paseo por la ciudad canadiense con el hijo de ambos, Archie Harrison, de ocho meses, al que llevaba cargado en un canguro, y además paseando a sus dos perritos: un labrador llamado Oz y un beagle que responde al nombre de Guy. La acompañaban dos guardaespaldas y también ella exhibía una amplia sonrisa ante las cámaras. Sus deseos se han conseguido; puede estar satisfecha.