Dos días después de que los duques de Sussex anunciaran que daban "un paso atrás" en la primera línea de la Familia Real británica, Meghan Markle ponía rumbo de vuelta a Canadá, donde había pasado parte de sus vacaciones navideñas de un mes y medio y, lo más importante, donde había dejado a su hijo, Archie Harrison. Poco menos que puso pies en polvorosa, mientras que el príncipe Harry debía afrontar solo una de las peores crisis entre los Windsor.

Eso hizo que Meghan no estuviera en Sandringham para la crucial reunión de urgencia que convocó la reina Isabel con el fin de solucionar todos los asuntos pendientes de su 'divorcio' de la realeza. Todo estaba en el aire tras un anuncio a todas luces apresurado y que pilló desprevenida por completo a la soberana... Y al resto del mundo. La huida de la duquesa en mitad de la tormenta se interpretó como un agravio más de una pareja caprichosa e irresponsable. La reina, el príncipe Carlos, su hijo el príncipe Guillermo y, por supuesto, el príncipe Harry salieron cariacontecidos, y por separado, del gabinete de crisis. Meghan se supone que intervino brevemente por teléfono desde Vancouver, su refugio canadiense. Y es allí donde, tras casi una semana desaparecida, ha reaparecido.

Con una amplia sonrisa y rodeada de mujeres. Las del Downtown Eastside Women's Centre, un centro dedicado a acoger, proteger y promover a mujeres desfavorecidas en esa zona de Vancouver. Especialmente mujeres indígenas, a menudo víctimas de violencia y pobreza extremas, a las que se presta una segunda oportunidad.

La duquesa de Sussex eligió este marco solidario para su esperada reaparición. Algo que cuadra perfectamente con las intenciones que, tanto Harry como ella, siempre han manifestado.