A principios de abril de hace 20 años el Principado de Mónaco vivía su particular ‘mes horribilis’. Desde el 7 de marzo de 2005 el príncipe Rainiero estaba ingresado en el hospital Grace de Mónaco a causa de sus problemas broncopulmonares y Ernesto de Hannover, marido de Carolina de Mónaco, también estaba en el mismo centro hospitalario debido a una pancreatitis aguda, con un pronóstico grave.
La preocupación era máxima. El príncipe de Hannover pudo recuperarse, pero Rainiero, quien durante 56 años había regido los destinos del minúsculo Estado, el más pequeño de la tierra después de El Vaticano, falleció el 6 de abril a consecuencia de una insuficiencia renal y cardíaca, poco antes de cumplir los 82 años. En el momento de su muerte era el soberano que más tiempo llevaba reinando en Europa.
El luto del Principado de Mónaco por la muerte de Rainiero
Nada más conocerse su muerte, el Principado se sumió en un doloroso luto. Y los días que siguieron fueron un homenaje de los monegascos a su príncipe, viviendo su muerte con una gran sensación de orfandad.
La capilla ardiente se instaló en la Capilla Palatina del palacio de Mónaco.
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La capilla ardiente fue instalada en la Capilla Palatina del palacio, por la que en los días posteriores desfilaron miles de ciudadanos.
Nueve días después de su muerte tuvo lugar el funeral de Estado en la catedral de San Nicolás, al que acudieron dignatarios y representantes de 60 países, entre ellos el Rey Juan Carlos, quien lamentó la pérdida de "un buen amigo". El Principado de Mónaco, en un despliegue de seguridad sin precedentes, estuvo blindado por mar, tierra y aire.
El Rey Juan Carlos junto a los reyes Carlos Gustavo y Silvia de Suecia, y el entonces presidente de Francia, Jacques Chirac, con su esposa.
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El desfile del palacio principesco a la catedral
El féretro se sacó de palacio por la Puerta de Honor, cubierto con la bandera blanca y roja del Principado con el escudo de los Grimaldi, y fue portado por diez miembros de la Compañía de Carabineros del Príncipe. La banda tocó la Marcha fúnebre de Beethoven, elegida por su hija Carolina, mientras se recorrían los doscientos metros que separan el palacio de la catedral y una batería disparó 36 salvas de armas.
Carolina, Alberto y Estefanía, en el funeral en la catedral de Mónaco.
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Desolados y de riguroso luto, sus tres hijos: Alberto, Carolina y Estefanía, estas dos últimas con sendas mantillas sobre su cabeza, siguieron la comitiva junto al resto de la familia (el gran ausente fue Ernesto de Hannover que seguía ingresado por su pancreatitis). De sus nietos solo acudieron los tres hijos mayores de Carolina: Andrea, Carlota y Pierre, también rotos de dolor por la pérdida de su querido abuelo, a quien estaban muy unidos. Por deseo del príncipe fallecido, su perro Odin también fue incluido en la procesión.
Andrea, Carlota y Pierre, de riguroso luto durante la ceremonia.
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Príncipe constructor que reinventó el Principado de Mónaco
El arzobispo de Mónaco, Bernard Barsi, presidió la misa y en su homilía destacó las cualidades políticas y humanas del príncipe, al que definió como "un príncipe constructor". También resaltó la cercanía con su pueblo: "Para todos nosotros, el príncipe era, por supuesto, el soberano, pero también era un amigo, un miembro de la familia".
Rainiero fue enterrado durante un servicio privado en la cripta familiar en la propia catedral al lado de su esposa, Grace Kelly, fallecida en un accidente de coche en 1982, a quienes el arzobispo consideró como "una pareja excepcional unida por el corazón y el espíritu".
El destino mundial del glamour y el lujo
Rainiero III se convirtió en soberano el 9 de mayo de 1949 a los 26 años. Heredó un país en bancarrota y él dedicó todo su empeño a que Mónaco ocupase un lugar en el mundo. Y lo consiguió gracias a la inestimable ayuda del armador griego Aristóteles Onassis, el hombre más rico del mundo de la época, que se convirtió en el accionista mayoritario de la Sociedad del Baños del Mar que controla la economía monegasca.
Rainiero y Grace se casaron en abril de 1956 en la catedral de San Nicolás.
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Pero realmente fue la aparición de Grace Kelly, que estaba en Cannes rodando la película 'El cisne', quien lo cambió todo. Se casaron en abril de 1956 en la catedral de San Nicolás, y Grace atrajo a turistas millonarios y estrellas de Hollywood que hasta entonces habían sido sus colegas, convirtiendo al país en el centro del glamour, con la familia principesca como reclamo.
La llegada de los tres hizo no hizo más que acrecentar la imagen de un familia de cuento, que en unos pocos años se vio rota por los quebraderos de cabeza que los jóvenes Grimaldi les dieron a sus padres y por las tragedias.
La familia principesca de Mónaco fue la imagen del glamour.
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El heredero para que Mónaco siguiera existiendo como país
Unas de las aficiones de Rainiero era realizar esculturas de hierro en su taller, donde se olvidaba de los quebraderos de cabeza que le dieron sus hijos en su juventud y de la gran tragedia que supuso la pérdida de su esposa en el accidente de coche cuando viajaba con su hija pequeña, Estefanía. Nunca más volvió a ser el mismo.
Murió antes de que Alberto se casara y tuviera hijos dentro del matrimonio (ya tenía dos hijos extramatrimoniales que no podían acceder al trono, por ello modificó la Constitución del Principado para permitir que su nieto Andrea, el primogénito de Carolina, fuera el sucesor de Alberto y garantizar que Mónaco no pasara a manos de Francia, la obsesión que marcó su vida.