Los últimos días están siendo pródigos en apariciones públicas de Charlène de Mónaco y su esposo, el príncipe Alberto. Siempre que tardan en salir juntos se habla de crisis y hasta de posibles divorcios en el horizonte, pero la pareja siempre logra dar la vuelta a la situación, o al menos acallar los rumores. Después de verlos en Florencia y en el Masters de Tenis de Montecarlo, anoche reaparecieron en la primera edición del Salón de la Fama del Rugby Club Toulonnais, que tuvo lugar a en la ciudad francesa de Toulon. La princesa Charlène llamó especialmente la atención por estar muy recuperada de sus problemas de salud y, además, por mostrar un rostro 'nuevo'.
Si echamos la vista atrás respecto a cuando empezó a salir con Alberto, el cambio es radical. A lo largo de los casi 20 años que lleva en el mundo de la realeza (casi doce de ellos casada con el monarca del Principado), la exnadadora sudafricana se ha sometido a una serie de retoques estéticos que han transformado por completo su fisonomía.
Se ha operado de la nariz, se ha infiltrado ácido hialurónico en los labios para hacerlos más voluminosos, se ha rellenado los pómulos y otros puntos estratégicos para dulcificar su contorno facial y eliminar el surco nasogeniano, se ha hecho 'peelings' químicos para eliminar las pecas de su piel... Y por supuesto, se ha pinchado y se sigue pinchando bótox con regularidad. También ha modificado su sonrisa, mejorando el aspecto de su dentadura.
Con todo ello la princesa, que tiene 45 años, ha pretendido mejorar su aspecto según su criterio estético y también rejuvenecerse. Pero no deja de sorprender cuánto ha cambiado comparando el antes y el después.
El hecho es que en esta última gala, la iluminación del local en el que se celebraba una cena la ha delatado. Las luces no fueron lo mejor para la cara de Charlène, que se vio expuesta a unos contrastes demasiado fuertes. Los efectos de sus diferentes tratamientos estéticos se manifestaron en unos relieves muy pronunciados en los pómulos y sombras bajo los ojos... Por no hablar de lo que los expertos alertan cuando se abusa de estos 'arreglitos' y la piel se afina demasiado hasta el punto de manifestar líneas de arruguitas que poco tienen que ver con el envejecimiento natural.
Charlène de Mónaco acudió a esta cita deportiva con un sencillo look de traje de chaqueta negro, su pelo corto habitual (aunque ahora ha dejado el platino por un tono más natural con mechas rubias) y un rostro en el que destacaba su rojo de labios. Aparte de que ha ganado algo de peso, después de superar sus graves problemas de salud por los que tuvo que retirarse de la vida oficial, la cara de la princesa es notoriamente más redonda. Y según bajo qué iluminación se la contemplara, esta evidenciaba una sospechosa artificialidad y relieves poco favorecedores. Al menos ahora sonríe un poco más... y hemos de reconocer que eso, la sonrisa, no se opera.